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Aprobado el Plan B, que reestructura el INE, reduce su presupuesto, fulmina plazas de trabajo y cierra oficinas locales, solo queda un último bastión de lucha: la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Para ella hubo flores… el Presidente lanza espinas.
Acostumbrado a imponer agenda, Andrés Manuel López Obrador perdió en su “ring” favorito: la calle. La marcha en defensa del INE permite ver que el Presidente camina desnudo y sus seguidores están ciegos: la manifestación no termina, sus pasos deben cimbrar a los legisladores, solo ellos votarán.
Los resultados de la consulta de revocación no son un fracaso para López Obrador: es una victoria para su proyecto, una muestra de cómo se puede violar la ley en 2024 y una advertencia para la oposición que no existe. El Presidente perdió ganando. ¿La respuesta? La sociedad civil.
El Instituto Nacional Electoral (INE) es perfectible; sin embargo, sus defectos no son motivos para desaparecerlo: no es la miel para la boca del asno, por no comprender su papel, el Presidente de México, Morena y sus gobernadores aplican a esta frase.
“¡Al diablo con sus instituciones!”, gritó Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo de la Ciudad de México en 2006. La historia se repite en la condena lanzada al INE, asediado por el Gobierno Federal y Morena que muestra lo que mejor sabe hacer: campamentos, territorios donde el fanatismo se vuelve la ley que no quieren cumplir.