Acostumbrado a imponer agenda, Andrés Manuel López Obrador perdió en su “ring” favorito: la calle. La marcha en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE) permite ver que el Presidente camina desnudo y sus seguidores están ciegos: la manifestación no termina, sus pasos deben cimbrar a los legisladores que votarán.

En palabras de Gabriel Zaid, el Presidente de México es un artista del insulto.

En un conteo realizado, que puede ser mayor, lleva 99 formas de insultar; “aspiracionista” y “ladino” son los que se sumaron desde el lunes 7 de noviembre, cuando comenzó su pelea imaginaria contra la marcha por la defensa del organismo electoral.

Achichincle, adversarios, alcahuete, aprendiz de carterista, aprendiz de mafioso, articulista de la mafia del poder, arrogante, aspiracionistas, blanquito, borolas, buitres, calumniador, camajanes, canallín, chachalaca, cínico, clasista, conservador, corruptos, corruptazo, deshonesto, desvergonzado, encarnación de la corrupción, espurio, farsante, fichita, fifí, fracaso, fresa, gacetillero vendido, hablantín, hampones, hipócritas, huachicolero, ingratos, intolerante, lacras, ladino, ladrón, lambiscones, machuchón, mafiosillo, maiceado, majadero, malandrín, malandro, maleante, malhechor, mañoso, mapachada de angora, matraquero, me da risa, megacorrupto, mentirosillo, mezquinos neofacistas, minoría rapaz, mirona profesional, monarca de moronga azul, mugre, neoliberales, ñoño, obnubilado, oportunista, paladines de la objetividad, paleros, pandilla de rufianes, parte del bandidaje, payaso de las cachetadas, pelele, pequeño faraón acomplejado, perversos, pillo, piltrafa moral, pirrurris, politiquero demagogo, ponzoñoso, puchos, racista, ratero, reaccionario de abolengo, represor, reverendo ladrón, ridículos, riquín, risa postiza, salinista, señoritingo, sepulcro blanqueado, simulador, siniestro, tapadera, tecnócratas neoporfiristas, ternurita, títere, traficante de influencias, traidorzuelo, vulgar, zopilote… pueden ser más.

A estas alturas del sexenio está por demás tomar en serio el discurso del Presidente de México en turno: un ser humano lleno de resentimiento, mentiroso y que simplemente no sabe trabajar. El tabasqueño estorba y lo sabe, de ahí que ponga a sus “corcholatas” a hacer lo único que saben bien: campaña.

Como en aquel viejo cuento de Hans Christian Andersern, “El Traje Nuevo del Emperador”, se escucha “¡Pero si va desnudo!” y no necesitó estafadores, él se estafó a sí mismo. La ciudadanía le hace notar su inexistencia; ni sus seguidores lo ayudan, están ciegos y están incapacitados para tener algo más que fe.

La marcha en contra de la reforma electoral que impulsa López Obrador, lejana a los 12 mil que contó el Gobierno de la Ciudad de México y más cercana al medio millón de personas, logró algo: que el tabasqueño perdiera la calle, su espacio favorito para dividir, y la narrativa. Esta vez no pudo imponer agenda… se la impusieron miles de ciudadanos.

El tabasqueño siempre ha buscado el enfrentamiento y en esta ocasión decidió que la marcha era una lucha de clases. Su discurso lástima porque, quien más quiere ver divido a México, es él. El aplauso que no es para él, es un insulto de sus supuestos adversarios.

Y es que la reforma electoral no tiene buenas intenciones. Si bien algunas cosas deben ser analizadas y traerían beneficio al INE, otras son una clara intención de manipular las elecciones a favor de Morena. Es su estilo y el de su líder moral y no lo van a cambiar, al contrario las ocurrencias y extravagancias aumentarán.

La marcha movió: Alejandro Moreno, “Alito, dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), aseguró que votará en contra de la Reforma Electoral y el propio morenista Ricardo Monreal aseguró que no la apoyará en caso de que sea una regresión. Nadie les cree, han sido traidores a su palabra.

Y es precisamente esta ausencia de fidelidad a la palabra empeñada de los legisladores que hace que mil marchas sean insuficientes ante la decisión final de diputados y senadores. Ninguna movilización, por más grande que sea, conseguirá los votos suficientes de algunos cuya conciencia no existe.

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