En esta entrega del rincón del coleccionista, la aventura detrás de “Bowie Is”, uno de los libros más exclusivos de David Bowie.
Recuerdo que me emocioné mucho cuando el museo Victoria & Albert anunció a finales del 2012 que un libro de edición limitada acompañaría la exposición que abriría en 2013 en Londres. Les envié varios correos electrónicos preguntándoles al respecto y me dijeron que publicarían la información más cuando la inauguración se acercara.
Finalmente, a principios del 2013, revelaron todos los detalles:
- Tapa dura.
- Portada alternativa, completamente blanca (el libro estándar es rojo y naranja).
- Páginas con bordes platinados.
- Litografía exclusiva de un boceto dibujado por Bowie para el 1980 Floorshow.
- Estuche de metacrilato naranja.
- Firmado por David Bowie.
- Limitado a 500 copias numeradas, a nivel mundial.
Cuando leí la descripción de la edición estaba echando espuma por la boca, sonaba como el libro definitivo de Bowie. Y con un tiraje de tan solo 500 ejemplares, uno de los artículos oficiales del artista más limitados jamás creados.
También se dio a conocer un sitio web, donde uno podía registrar su interés para ser contactado para realizar la compra. Ingresé mi nombre de inmediato y esperé. Los días pasaron, se convirtieron en semanas y no recibí respuesta alguna. Envié un correo electrónico al museo preguntando si había actualizaciones y me respondieron con una terrible noticia: los candidatos seleccionados ya habían sido contactados. No fui elegido. Respondí diciéndoles que había estado preguntando sobre el libro desde que se anunció un año antes. ¿Había alguna manera de conseguir uno?
La persona que respondió a mis correos electrónicos me dijo que podía participar en una rifa, en caso de que un solicitante seleccionado se retirara. Dije que una rifa no era suficiente.
“¿Realmente no hay posibilidad de que puedas ayudarme a conseguir uno?”, pregunté: el empleado del museo respondió: “Veré qué puedo hacer, pero no puedo prometerte nada, Francisco”, me dijo.
Pasaron unos días. Todos los coleccionistas que conocía también habían sido rechazados. La frustración era palpable en el foro de Bowie que frecuentaba. Algunos lo tomaron como un alivio, ya que podrían enfocarse en comprar otras cosas, pero para muchos otros (incluyéndome) era una decepción considerable.
De pronto, llegó un correo electrónico. Era del museo. La abrí y por poco me caí de la silla. Decía que me habían concedido un libro. El correo solicitaba una confirmación de si estaba interesado o no. Dije SÍ y estaba listo para seguir adelante con la compra hasta que leí la segunda parte del correo electrónico. El museo especificó que no aceptaban pagos en línea. Se le solicitaba al aspirante que hiciera una llamada telefónica al museo para proporcionar sus datos. Recomendaron llamar con anticipación, ya que varias personas también llamarían para reclamar su libro y la línea estaría sumamente ocupada.
Configuré mi alarma según la diferencia de zona horaria. Hice la llamada a las 4 de la mañana en México. Marqué un largo número. Una mujer contestó la llamada y dijo con el esperado acento británico: “Victoria y Albert, buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?”
“¡ESTOY LLAMANDO PARA EL LIBRO!”, le dije, ansioso y luchando por mantener la compostura. “Ah, sí”, dijo y me pidió mi dirección de correo electrónico. Ella tomó mis datos y los revisamos dos veces (Si algo salía mal durante el proceso de compra, perdías el libro y se le asignaba a otra persona) fue muy educada y paciente, y por eso todavía recuerdo su nombre, Vanessa. Me dijo que comenzaría a recibir correos electrónicos del museo notificándome sobre el progreso del libro. Desde la encuadernación en Italia hasta el momento en que Bowie lo firmaría, culminando con el envío y la entrega.
“¿Es mío entonces?”, le pregunté a Vanessa.
“Lo es”, dijo.
“¿Puedo decirle a la gente que logré conseguir uno?”, volví a inquirir.
“Puedes”, respondió.
Así terminó una de las llamadas telefónicas más emocionantes que he realizado en toda mi vida.
El tomo apareció varios meses después y cumplió con todas mis expectativas. No es solo un libro, es una obra de arte. Al retirarlo de su habitáculo para darle el primer vistazo, me sentí profundamente orgulloso de mi perseverancia. Todo el empaque es una maravilla en términos de calidad y diseño, pero por supuesto, el detalle más destacable es la firma de Bowie, la cual lo convierte en un tesoro invaluable.
No sé si otros solicitantes rechazados presionaron tanto como yo para conseguir uno. No sé si el museo estaba cansado de recibir mis correos electrónicos.
¿Acaso fue un milagro?
¿Acaso el empleado del museo logró reservarme uno porque percibió en mis mensajes el verdadero deseo de poseerlo? ¿Fue suerte? ¿Me dieron prioridad después de que alguien decidió no proceder con su compa? No tengo ni idea. Lo único de lo que estoy seguro es que estaba destinado a llegar a mis manos, de una forma u otra.