Antes del orgasmo, la locura; sin que nadie esté seguro de ello.

Lo había comentado antes: faltaban 10 horas de vuelo sobre el Atlántico y la lectura era ya en enredijo de letras y espacios en blanco, ni siquiera alcanzaba a volverse una voz.

Tomé los audífonos y me puse a buscar alguna opción en la pantalla táctil. Luego de varios intentos, localicé un documental de la creación de la segunda rock opera de The Who: Quadrophenia

Me enamoré de “Love, Reign O´er Me”, la canción termina con un majestuoso grito de Roger Daltrey, en el documental explica que la intención era emular un orgasmo, el instante sublime donde, al mismo tiempo, todo cambia.

Pero antes estaba la locura, aquella canción que había escuchado de manera aislada y que siempre me daba valor con la frase con la que inicia “Why should I care, why should I care?”

¿A quién le debe importar mi propia locura?

“5:15” habla de Jimmy, el personaje principal de Quadrophenia. Jimmy The Mod toma el tren, el de las 5:15, de regreso a Brighton, el lugar donde los Mods triunfaron contra los Rockers, y en el camino recuerda varias de sus experiencias.

Los recuerdos de Jimmy son en su mayoría infelices: la ira, la confusión, la violencia, la frustración sexual y el desarraigo. Siempre llega al mismo pensamiento: “Dentro, afuera, déjenme solo. Dentro, afuera, ningún lugar es mi hogar”.

La esquizofrenia multiplicada por dos.

Esta es una de las canciones más confusas de entender fuera del contexto del álbum.

Un detalle: para “5:15”, fueron a la estación de Waterloo para conseguir los sonidos auténticos del andén. Conseguir el silbato del tren fue más difícil porque a los ingenieros (los del tren) sólo se les permitía usarlos bajo ciertas condiciones.

Según varios relatos, Pete Townshend hizo que su maquinista sobornara al ingeniero para que hiciera sonar el silbato. El silbato aparece de hecho al final de la canción “I’ve Had Enough”, que da paso a “5:15” en Quadrophenia.

La locura se multiplica por cuatro: los límites entre la realidad interna y externa se vuelven borrosos, las percepciones se distorsionan, los sonidos se amplifican, las imágenes se deforman, y las emociones pueden pasar de la euforia al miedo en cuestión de segundos.

Es ese instante en que la mente tiene se mantiene en una espiral constante, donde la incoherencia se entrelaza en el caos y la sensación de control sobre el propio ser se disuelve.

“Un tipo duro, un bailarín indefenso, un romántico, ¿soy yo por un momento?, un maldito lunático, te llevaré el equipaje. Un méndigo, un hipócrita, el amor reina sobre mí”

Preguntas siguen dando vueltas en mi cabeza, ante las tormentas, ante el nulo entendimiento, ante las pasiones que son por demás singulares, ante la sobriedad y ante la enseñanza de la obsesión.

¿Por qué me debería importar? ¿Soy yo por un momento? Déjenlos entrar.

 

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