Las listas musicales tienen algo profundamente personal. No las compartes con cualquiera porque, de algún modo, revelan quién eres en los momentos más íntimos, tus estados de ánimo, tus recuerdos y hasta tus nostalgias.
Este año, hubo una canción que se convirtió en mi compañera constante, una especie de refugio emocional: “Any Way” de L’Impératrice. No sólo fue mi tema más escuchado, sino también el hilo conductor de emociones intensas, de amores presentes y distantes, y de la importancia de estar cerca, incluso cuando parece imposible.
Desde los primeros acordes, la canción crea una atmósfera cálida y nostálgica. Pero lo que realmente la hace especial es su letra, que parece una carta para alguien imposible de olvidar.
“Oh my dear, the shape where you lay haunts my mouth. I think of you lying on the couch” (Oh, mi amor, la forma en la que te recuestas persiste en mi boca. Pienso en ti tumbado en el sofá). Desde el inicio, L’Impératrice nos lleva a un lugar íntimo, lleno de añoranza y amor no resuelto. La canción transita entre preguntas sobre la distancia emocional y promesas de cercanía.
“If you call my name, I’ll run to wherever. I’ll be on my way, tomorrow can wait” (Si dices mi nombre, correré hacia donde estés. Estaré en camino, el mañana puede esperar). Es una declaración directa: estaré ahí. Hay algo conmovedor en esa entrega, en la urgencia de llegar sin importar los obstáculos.
También se pregunta con melancolía: “Where have you gone since I saw you last July? The sun, so high” (¿Dónde has estado desde que te vi el julio pasado? El sol, tan alto). Evoca recuerdos de veranos y conexiones que parecen desvanecerse con el tiempo, pero que siguen vivos en el corazón.
Para mí, “Any Way” es más que una canción. Es un testimonio de lo lejos que estamos dispuestos a llegar por quienes amamos. Su mezcla de melancolía y esperanza nos dice que, aunque nada dure para siempre, hay cosas que siempre valen el esfuerzo.
Y así, se convierte en algo más que una obra musical: es un refugio donde el corazón encuentra consuelo y un espejo que refleja los ecos de lo que fue. Es una carta que nunca enviamos, un verano que terminó en agosto, que dejó un final tan confuso como la historia misma.
Porque, en el fondo, ¿quién no guarda un “Any Way” en su vida? Una promesa que sigue viva, aunque los caminos nos hayan llevado por senderos distintos. Quizá ahí radica su magia: en recordarnos que, aunque no siempre lleguemos, el deseo de hacerlo es lo que nos mantiene vivos.
Si no la has escuchado, te la recomiendo. Quizá también marque tu año, porque todos necesitamos una canción que nos recuerde, que siempre podemos llegar a donde queremos estar, de una forma u otra.