
Existen las redenciones absolutas a quien nos arrastra sin compasión. El regreso eterno al mismo lugar una y otra vez. Nuestro instinto ya no es elección… es destino.
Normalmente, es algo que no entendemos: el amor o la atracción estás más allá de la razón, una ley invisible, como de gravedad emocional, donde el deseo opera sin lógica.
El castigo es ser esa pieza en el tablero del juego que es manejada sin control. Amor sin agencia: quien lo sufre y lo vive está entregado y desorientado, camina a ciegas tras una promesa de cielo que siempre desaparece justo al llegar.
Son impulsos autodestructivos… que nos hacen más daño al no destruirnos por completo. La luz brillante quema inevitablemente.
El amante lo sabe… y aún así lo repite. Es el destino de Sísifo: subir cuesta arriba una roca que inevitablemente caerá. No hay alternativa.
El álbum Ultra, de 1997, de Depeche Mode, es uno de mis favoritos.
Previo a su lanzamiento, la situación interna de Depeche Mode era crítica. Alan Wilder, uno de los pilares creativos de la agrupación, dejó el grupo en 1995 por sentirse subestimado y agotado emocionalmente.
Su salida redujo la banda al trío original: Martin Gore, Dave Gahan y Andrew Fletcher. A esto se sumó el grave deterioro de salud de Gahan, quien atravesaba una etapa de intensa adicción a las drogas y llegó a sufrir una sobredosis que lo dejó clínicamente muerto durante unos minutos en 1996.
Ultra se convirtió en un intento de sobrevivir, de continuar pese al colapso inminente. Fue el primer disco que no contó con Wilder y el primero también en el que Gahan, ya en rehabilitación, logró mantenerse sobrio durante su grabación.
La atmósfera del disco es oscura, atmosférica y dramática. Las canciones versan de redención, dolor, culpa, deseo y transformación… como “The Bottom Line”.
“Like a cat dragged in from the rain
Who goes straight back out and do it all over again
I’ll be back for more
Something that is out of our hands
Something we will never understandIt’s a hidden law
The apple falls
Destiny calls
I follow you(…) Like a moth on love’s bright light
I will get burned each and every night”
(Como un gato arrastrado por la lluvia
Que sale de nuevo
Para hacerlo todo otra vez
Volveré por másEs algo que está fuera de nuestras manos
Algo que nunca entenderemos
Es una ley ocultaLa manzana cae
El destino llama
Yo te sigo(…)
Como una polilla en la luz brillante del amor
Me quemaré cada noche)
La canción se adentra en la lucha existencial del deseo, el tormento del amor perdido y el reconocimiento agridulce de un camino predestinado. Es la búsqueda de un enigma, que más bien es dogma, tentador, pero tortuoso.
La pasión puede tanto alimentar como consumir.
Como Sísifo empujando su piedra colina arriba, cada noche, cada beso es una repetición sin redención.
El amante que, como el condenado griego, está atrapado en un ciclo eterno: arrastrado por la lluvia, sólo para salir otra vez. No importa cuánto duela, siempre regresa. Porque amar, en este caso, no es elección, sino condena.
Este amor, como el castigo de Sísifo, no tiene sentido lógico. Es un acto que se repite a pesar de conocer su inutilidad. La esperanza es una burla que le lanza la montaña antes de rodar la piedra de nuevo.
La polilla que se quema en la luz, el peón que no sabe hacia dónde va, son sólo máscaras modernas del mismo mito: seres que saben que están destinados al dolor, pero siguen adelante porque no pueden detenerse.
Como Sísifo con su piedra, el amante con su deseo encuentra en ese movimiento sin sentido… una especie de sentido. Porque seguir a alguien, incluso hacia la nada, es lo único que le queda.