
“¿Cuántas fotos te tomas antes de subir una a redes sociales?”, preguntó mi amiga.
“No lo sé, quizá un par, máximo tres”, fue mi respuesta a ella, maestra de preparatoria y fotógrafa profesional desde hacía años.
Sabía que su pregunta tenía una intención muy clara.
“Mis alumnos, antes de subir una foto a sus redes sociales, toman de 30 a 60. Analizan en cuál salen mejor y a partir de ahí las llenan de filtros. Me queda claro que no están conformes con sus rostros y están obsesionados con ser otros, lo que ellos piensan como perfección”, contestó.
Su respuesta la llevé en la cabeza durante un par de años hasta que conviví con una persona obsesionada con las “selfies”: el protagonismo y la tiranía del rostro por dejar a un lado los paisajes alrededor. Falso optimismo por la perfección personal… y cultural.
Investigué un poco: La “selfitis” es el deseo compulsivo de tomarse selfies y publicarlas en redes sociales para compensar la falta de autoestima o llenar un vacío emocional.
Este comportamiento se asocia con baja autoestima, necesidad de aprobación externa y puede ser un síntoma de problemas subyacentes como el trastorno dismórfico corporal o la depresión.
Las personas que hacen esta actividad pueden experimentar ansiedad si no reciben respuestas y pueden desarrollar conductas adictivas relacionadas con la tecnología y las redes sociales.
La obsesión por la perfección se ha vuelto cultura.
St. Vincent lo llevó a otro extremo con “Los Ageless” del álbum Masseduction.
La canción “Los Ageless” de St. Vincent es una crítica feroz a la cultura de Los Ángeles y al culto a la juventud eterna. Evoca imágenes que retratan una ciudad donde el invierno nunca llega y las olas nunca rompen.
Un lugar donde todo parece artificial, eterno y asfixiante. En ese escenario, la obsesión por la perfección física y la belleza se mezcla con un sentimiento profundo de pérdida amorosa y vacío existencial, que se resume en la pregunta insistente:
“How can anybody have you and lose you And not lose their minds, too?”
(¿Cómo puede alguien tenerte y perderte sin perder también la razón?)
El video surrealista dirigido por Willo Perron es una fantasía de arte pop: mujeres en procesos quirúrgicos, imágenes plásticas y colores pastel que convierten el glamur en una pesadilla dulce y digirible.
En estos tiempos los rostros en las redes son disfraces de superficialidad. Es un amor propio que en realidad es un lamento. La autenticidad no está de moda, reprimirla por un protagonismo falso es el nuevo semblante de ese interminable deseo y desolación.