Eran las 23:00 horas cuando salí a tomar un descanso en los pasillos de la oficina. Aún me quedaban, al menos, 90 minutos más de trabajo.
De pronto, una escena me detuvo: una niña de unos ocho años estaba sentada en el suelo, con las piernas colgando entre los barandales que daban a la planta baja.
¿Qué hacía una niña ahí a esas horas? La respuesta era evidente: su madre esperaba frente a un escritorio a que el jefe “le diera salida”. Ninguna de las dos había vuelto a casa, y el lugar de trabajo empezaba a convertirse en un segundo hogar. Un destino indeseable.
Con esa imagen, y otras historias de terror laboral, comencé a hacer cuentas: cuánto ganaría en los siguientes seis años, cuál sería mi liquidación, cuánto valían realmente mis horas.
La respuesta fue tan clara como demoledora: era demasiado sacrificio para tan poca paga, y la satisfacción personal y profesional era casi nula.
Renuncié en un par de semanas.
La escena volvió a mi mente el fin de semana pasado al recordar el significado de “Slave to the Wage”, de Placebo de su álbum Black Market Music.
La canción retrata el tedio de un trabajo moderno y advierte del riesgo de trabajar hasta la muerte. Su mensaje es claro: huir cuanto antes de esas estructuras que te consumen lentamente.
“La canción te invita a ser un individuo, a creer en ti mismo y a tener el coraje de perseguir tus sueños. Si lo haces, la recompensa final es diez veces mayor que seguir lo que te dictan tus padres: conseguir un buen trabajo, casarte, tener 2.4 hijos, 1.2 peces de colores, 3.6 coches.
“Para muchos, eso es la personificación del éxito personal. Por eso tanta gente enfrenta una crisis de la mediana edad. Llegan a un punto y se preguntan: ‘¿Es esto suficiente?’”, explicó Brian Molko en 2001.
El video musical, dirigido por Howard Greenhalgh, colaborador habitual de Placebo, se filmó en la Universidad de East London y muestra a oficinistas atrapados en la monotonía diaria.
El clip se inspiró tanto en el aburrido trabajo de Molko como triturador de papel como en la estética de la película Gattaca (1997).
“El contenido se inspiró en mi único trabajo de verano, que fue en un banco, triturando documentos. Intentamos usar eso como metáfora de la monotonía de un horario de nueve a cinco en el mundo moderno”, dijo Molko.
Hay líneas encantadoras en “Slave to the Wage”:
“It’s a maze for rats to try
It’s a race, a race for rats
A race for rats to die
It’s a race, a race for rats
A race for rats to die
Burn away
Run away”(Es un laberinto para que los ratones lo intenten
Es una carrera, una carrera de ratas
Una carrera en la que las ratas mueren
Es una carrera, una carrera de ratas
Una carrera en la que las ratas mueren
Arde lejos
Huye)
Desde 2018 retomé mi carrera como reportero independiente, que pensé que había perdido, puse tres negocios que la pandemia pulverizó, escribí un libro de cuentos con errores, de las dos veces que he viajado a Europa en este tiempo, el último es el nacimiento de mi primera novela de la que he escrito el 60 por ciento, envié 479 currículums sin éxito y decidí, por consejo de un amigo, abrir un canal de YouTube. No sé que hubiera pasado si siguiera en esa oficina.
Al final, “Slave to the Wage” no sólo habla de escapar de un empleo que drena la vida, sino de romper una lógica que promete seguridad a cambio de renunciar a casi todo lo demás: tiempo, salud, vínculos, identidad.
No siempre hay un triunfo inmediato cuando uno decide huir de ese engranaje; a veces la libertad también implica incertidumbre, tropiezos, pérdidas y comienzos fallidos.
He fallado más de lo previsto, pero sigo aquí, fuera de aquel laberinto, siguiendo mis propias rutas. La vida no se mide por la estabilidad, sino por la posibilidad de seguir moviéndose.
