Hace poco, camino a casa, escuché “Use This Gospel” en unos audífonos. Ese tipo de cascos que distorsionan todo… menos lo inevitable. Y justo ahí, en ese sonido barato, me cayó la pedrada: ¿cómo logra una canción tan sencilla sentirse tan poderosa, tan “¡hey!, despierta, esto es para ti”? Desde ese instante entendí que Kanye West no compone para que lo mires desde lejos; compone para hablarte de frente.

La primera frase que me atrapó fue “Use this gospel for protection” (Usa este evangelio como protección). No suena a sermón ni a discurso. Suena a una mano extendida. A ese momento en el que una necesita algo que le sostenga el ánimo, aunque sea por un rato. Kanye coloca esa línea sin adornos, como quien pone una verdad sobre la mesa y te deja decidir si la tomas o no.

Luego aparece “Deliver us” (Líbranos), que en su simpleza es brutal. No explica de qué, no dice quién, no detalla el caos. Por eso funciona. Porque todas entendemos lo que es pedir liberación sin especificar nada: liberar la mente, la culpa, el cansancio, la expectativa, la memoria que aprieta. Esa frase es una puerta abierta. Nada más.

Y más adelante: “We call on Your blessings” (Invocamos Tus bendiciones). Esta línea tiene un tono casi susurrado, como si el grupo completo Kanye, las voces invitadas, tú y quien la escuche se unieran en la misma respiración. Es un gesto colectivo dentro de una canción que parece hablar de luchas muy personales.

La producción del álbum Jesus Is King trabaja con una idea potente: menos es más, si el “menos” está puesto donde duele y donde sana. Kanye deja espacio, aire, huecos. Ese vacío amplifica lo emocional. En “Use This Gospel”, el beat suena como un pulso inquieto. Un latido irregular que sostiene todo con una firmeza tensa. Nada estalla. Nada se desborda. Y, aun así, todo se siente al borde.

Entonces entra Clipse, el dúo formado por Pusha T y No Malice, y la canción cambia de temperatura. Su presencia no es decorativa. Llegan con voces que arrastran historia, contradicción, heridas abiertas y ganas de reparar algo. Sin necesidad de citar versos, su energía añade un peso terrenal: hablan como quien ya vivió el derrumbe y aun así camina.

Y, cuando parece que la canción no puede transformarse más, aparece el saxofón de Kenny G. Ese solo no es un lujo. Es un interruptor emocional. Entra nítido, brillante, directo. Le da a la canción una claridad que antes no tenía. Es ese momento en el que, después de una conversación difícil, respiras mejor. Es aire entrando por primera vez en un cuarto que estaba cerrado.

Ese saxofón no se esconde ni pretende elegancia: abre. Abre espacio. Abre emoción. Abre la canción. Abre la escucha. Ese es el gancho real de “Use This Gospel”: te muestra cómo un sonido mínimo puede transformar un estado entero.

Si la fe suena así con verdad, con aire, con un saxofón que rompe la oscuridad, entonces que vengan los domingos de misa. Porque si las misas sonaran como esta canción, nadie llegaría por obligación: llegaríamos por necesidad.

 

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