Fue en el Zócalo de la Ciudad de México en 2006.

“El pueblo tiene derecho a establecer el gobierno que más le convenga, alterarlo, modificarlo y abolirlo totalmente cuando su felicidad lo requiera y eso es lo que vamos a hacer (…) Nunca voy a aceptar la política tradicional, esa donde todos los intereses cuentan, menos los del pueblo.

“(…) Confunden a la gente para decir que van a ser distintos y que las cosas ahora sí van a cambiar (…) van a tratar de repartir migajas para tratar de ganarse a la gente humilde y a la gente pobre (…) van a buscar por todos los medios que haya diálogo y negociación. ¡Al diablo con sus instituciones!”, gritó Andrés Manuel López Obrador, luego de perder la elección presidencial de 2006 y desconocer a los organismos electorales. Fue profético.

Los términos que utilizó en ese momento fueron: transformación del país, revolución de conciencia, adversarios, el pueblo y la derecha.  A 15 años de distancia, el discurso sigue siendo el mismo pero el encargo es distinto. Lo que en su momento era una arenga política incendiaria, hoy es la palabra del Presidente de México, país que se consume en la polarización.

Hoy la institución a mandar al diablo es el Instituto Nacional Electoral (INE) a quien López Obrador aseguró respetaría el 1 de julio de 2020 en su sexto informe de gobierno.

“Ustedes saben que nosotros tenemos diferencias con autoridades que todavía tienen que ver con lo electoral, diferencias que vienen de lejos. Porque consideramos de que no han actuado con rectitud y se han sometido a grupos de intereses”, dijo este lunes en su conferencia matutina.

El Presidente de México inició desde su llegada una batalla contra el organismo que legitimó su avasallante triunfo en las elecciones presidenciales de 2018.  Simplemente no lo quiere ni lo necesita.

La guerra contra el árbitro electoral comenzó desde junio del 2019, cuando Pablo Gómez, vicecoordinador de Morena en la Cámara de Diputados, propuso desaparecer el Consejo General del INE. En junio del 2020, el mismo López Obrador aseguró que era una opción porque consumía muchos recursos y sería un ajuste a la “nueva realidad”.

Hoy el pretexto es la posible cancelación de las candidaturas a gobernador, de Michoacán y Guerrero, de Raúl Morón y Félix Salgado Macedonio respectivamente, este último acusado de violación. No entregaron sus gastos de precampaña y puede ser cancelado el registro.  Se niegan a cumplir la ley y muestran lo que mejor saben hacer: campamentos y marchas, territorios donde el fanatismo se vuelve ley.

Morena y su líder Mario Delgado secundan la voz del Presidente de México. Envalentonado, este lunes, Salgado Macedonio, a quien le cayó como anillo al dedo la crisis pues prefiere ser visto como un rijoso que como un violador, fue más allá:

“¿No le gustaría al pueblo de México saber dónde vive Lorenzo? ¿Sí les gustaría saber dónde vive Lorenzo Córdova? ¿Sí les gustaría saber cómo está su casita? De lámina negra, que cuando llueve se gotea y moja su cuerpo, cabroncito, ¡eh!
(…) No vamos a admitir un atropello, y que no le rasquen los huevos al toro porque nos van a encontrar. Tenemos el respaldo del pueblo. Somos mayoría”, dijo antes de recular ante las críticas.

Desafortunadamente, el apoyo de la sociedad y la comunidad intelectual no es suficiente, Morena, haciendo eco del tabasqueño, pueden dañar más al INE. Antes de la que la ciudadanía dicte la nueva conformación de los diputados, el partido en el poder puede hacer y deshacer a su gusto, lo ha demostrado.

La historia se repite como una condena: ¡Al diablo con sus instituciones!

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