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“A estas alturas de mi vida ya no me sorprende nada y sé que debo administrar el tiempo solamente”, lanzó a la mitad de la charla. La pregunta rondó en mi mente por mucho tiempo. “Purple Rain” de Prince llegó a medianoche como una casualidad. ¿Es posible seguirnos sorprendiendo? Sí, la magia siempre existe.
Luego de 10 años sin un éxito, AC/DC parecía que había vivido sus mejores momentos. En 1990 lograron llegar a la cima con “Thunderstruck”, que habla del desenfreno total y de vivir sin límites ni reglas… la metáfora son las vías del tren donde existe un presente, pero jamás un pasado o un futuro.
“Eve of Destruction” no se sujetó a su tiempo; la canción compuesta por P.F. Sloan y que alcanzaría el éxito con Barry McGuire, dejó su contexto histórico para mantenerse vigente pues describe la peor enfermedad del ser humano: la violencia. Y solo basta mirar alrededor.
Su nombre estuvo escondido 25 años. Cuando falleció en 1974, no hubo obituarios o algo que lo recordará. Nick Drake murió siendo un desconocido que atravesó por depresión toda su vida. Se volvería un artista de culto décadas después. Hay magias muy oscuras y trucos muy crueles que son regalos de la mente.
Entre 1974 y 1976, mi abuelo, como masajista del Club Deportivo Toluca, viajó a Nueva York para un partido amistoso. Un día previo al encuentro, le dio hambre y decidió salir a comprar su cena. Pidió pollo para llevar y se perdió en Harlem. Su historia y su muerte quedaría sellada por “Angel of Harlem” de U2: hay ciudades que nos pertenecen por ser ajenas.
David Bowie tomó un ukulele y, basado en un código Morse, inventó, junto con Iggy Pop, “Lust for Life” dedicada a las drogas, stripteases y el amor como el equivalente a la hipnosis de las gallinas. La película “Trainspotting” la retomaría años después para lanzar: ¿Y las razones? No hay razones.
“¡Musha ring um a do um a da!” (El whiskey me hizo tonto), canta a cada momento el bandolero traicionado por esa mujer que el diablo poseyó y lo llevó a la cárcel. Es la historia de “Whiskey in the Jar” una vieja canción irlandesa del siglo 17 que llegaría a Metallica y sublimaría la orgía de héroes y villanos que somos.
A principios de la década de los setenta eran días complicados para el rock, que se enfocaba al progresivo, la psicodelia y el glam. El virtuosismo de las grandes bandas no era apto para todos los oídos: muchos querían la crudeza y del rock and roll. Así llegó “Roxette” de Dr. Feelgood, una banda del llamado pub rock en Londres. Solo rock…
Hay una sola canción que emociona a Frank Booth, vendedor de drogas, psicótico, abusador sexual, secuestrador y adicto a un gas desconocido; es “In Dreams” de Roy Orbison, que se volvió protagonista de “Blue Velvet”, la película de 1986 de David Lynch. Los sueños como extraños trucos mentales de amor y perversión.
A esa trilogía de melodías con Duran Duran, Simon Le Bon les llama sus “canciones fantasma” por estar dedicadas a la fragilidad de la pérdida de uno de sus mejores amigos. Una de ellas es “Ordinary World”, de una belleza única que no es casual: lo ordinario implica a veces lo más sobresaliente.