Se ve a David Coverdale sentado en un entorno íntimo y personal, probablemente su estudio o una sala dedicada a su carrera musical. Viste una sudadera negra con el logotipo de Whitesnake, la banda que lideró durante décadas.
Sostiene un vaso en la mano derecha, en un gesto relajado. Su expresión es serena, con una leve sonrisa que transmite paz y una cierta melancolía, como quien observa el paso del tiempo con gratitud.
Al fondo se distinguen estantes con revistas, portadas y objetos relacionados con su trayectoria, lo que sugiere un espacio de reflexión y memoria. No se trata del Coverdale del escenario, sino del hombre después del ruido, en el ocaso de su vida artística.
Lanza:
“En los últimos años me ha quedado muy claro que ha llegado el momento de colgar mis zapatos de plataforma de rock and roll y mis vaqueros ajustados. Y como pueden ver, nos hemos ocupado de la peluca de león. Pero ha llegado el momento de decir adiós
“Te quiero muchísimo. Agradezco a todos los que me han ayudado y apoyado en este increíble viaje: a todos los músicos, al equipo, a los fans, a la familia. Ha sido maravilloso, pero de verdad que ha llegado el momento de disfrutar de mi jubilación. Espero que lo entiendas. Una vez más, te amo con todo mi corazón. Adiós”, dice mientras brinda con su vaso.
Así, El rockero británico de 74 años, que también fue el vocalista principal de Deep Purple, anunció el fin de su carrera de cinco décadas. En varias notas en esta página he descrito cómo conocí primero su voz que su imagen y cómo ese instrumento natural de su garganta me acompañó muchas ocasiones.
Muchas canciones destacan de él. Aunque hay una a la que recurro de vez en cuando: “Don´t Fade Away” del álbum “Restless Heart” de 1997. La letra refleja un periodo de introspección personal y el deseo de dejar una huella duradera tras una etapa turbulenta, que incluyó su divorcio de Tawny Kitaen y una pausa temporal del vertiginoso mundo que rodeaba la imagen más teatral de Whitesnake.
Era una pausa y una reflexión sobre los altibajos de la vida, reconociendo los giros y dificultades del camino, pero manteniendo la esperanza y la determinación de seguir adelante.
Una súplica poética para que los sueños y la identidad del artista no se desvanezcan con el tiempo.
“As I stand at the crossroad,
I see the sun sinking low…
With my cross of indecision,
I can’t tell which way to go…
Now I have seen the seven wonders
And I have sailed the seven seas,
I’ve walked and talked with angels,
And danced all night with gypsy queens…“All in all it’s been a rocky road,
Twists and turns along the way…
But, I still pray for tomorrow,
All my hopes, my dreams
Don’t fade away… Don’t fade away…”(Mientras estoy de pie en la encrucijada,
veo el sol hundirse en el horizonte…
con mi cruz de indecisión,
no puedo decir hacia dónde ir.Ahora he visto las siete maravillas,
y he navegado los siete mares.
He caminado y hablado con ángeles,
y he bailado toda la noche con reinas gitanas.En conjunto, ha sido un camino pedregoso,
con giros y vueltas en el trayecto.
Pero aún rezo por el mañana,
que todas mis esperanzas, mis sueños,
no se desvanezcan…)
En 1997, la canción sonaba a confesión crepuscular; en 2025, suena a despedida cumplida. Coverdale, ya retirado, parece haber escrito sin saberlo su propio epílogo: un balance de vida, fama y mortalidad.
Hoy, “Don’t Fade Away” se escucha como un puente entre la juventud gloriosa y la vejez digna; una plegaria sincera de quien no busca permanecer por vanidad, sino por amor a lo vivido.
Ante la penumbra de la vida, la vulnerabilidad es fuerza y el miedo disminuye cuando se sabe que los sueños, por más crueles o reales que sean, no se desvanecen.
