Comencé a escribir imaginando.

Recuerdo que, en una hoja en blanco, comencé a escribir con una pluma de tinta verde e imaginé qué trataban de decir The Beatles en la canción “Michelle”. La letra la tenía y era fácil su traducción, pero quería imaginar algún sentimiento oculto detrás… y comenzó la afinidad por las palabras.

En esos tiempos, cuando apenas iba en segundo de secundaria, comencé a tocar la guitarra acústica. Hubo un problema: aprendía los acordes, entendía la armonía… pero era incapaz de componer dos sonidos de mi autoría. Fue frustrante.

Decidí regresar a la pluma… sin saber qué escribir específicamente. Así que seguí imaginando las intenciones ocultas detrás de mis canciones favoritas. Una libreta se llenó así: vista por algunos solamente, las letras quizá se publiquen alguna vez.

¿A qué viene esto a colación? Recordé todo cuando leí la historia de “Every Rose Has Its Thorn” de Poison de su disco “Open Up and Say…Ahh!”. El grupo me acompañó durante buena parte de mi preparatoria: música sencilla, rock simple en extremo pero de una ingenuidad que me sigue atrayendo.

Bret Michaels, cantante de la banda, escribió la canción en respuesta a una relación amorosa fallida con su novia, Tracy Lewis. Después de tocar en un bar en Dallas, Texas; Michaels llamó a Lewis a su departamento de Los Ángeles y escuchó la voz de un hombre de fondo.  Al día siguiente, llevó su guitarra acústica a una lavandería y escribió la canción allí mismo.

Explicó en Rolling Stone el 10 de junio de 2010: “Recuerdo usar un teléfono público para llamar a esta chica con la que estaba saliendo. Estábamos de gira, de gira y mi relación se estaba desmoronando. Todavía tengo el bloc de notas amarillo Lo escribí. Hay, como, un millón de versos que luego edité “.

Recordé mi vieja libreta, aún inédita.

En un especial de VH1 Behind The Music , Michaels explicó el significado metafórico detrás de la rosa y la espina en esta canción. Dijo que la rosa era el despegue de su carrera, y la espina era el hecho de que le estaba costando la relación con su novia Tracy.

La canción comenzó a ser un éxito en las estaciones de música country; de hecho, la casa discográfica no quería sacarla porque no encajaba con el tipo de rock que tenía Poison.

“La habíamos tocado en vivo varias veces y ya había conectado con la gente. Entonces, les dijimos que era una gran balada. La escribimos, somos nosotros y es una gran canción. Terminamos saliendo con la nuestra”, recuerda el baterista Rikki Rockett.

La canción tuvo varias versiones en otras voces. La canción dejó huella como pieza fundamental del “hair rock” de la década de los ochenta que fue uno de los más vendidos por la apariencia visual de los grupos (botas vaqueras, pantalones de cuero, maquillaje y cintas para el cabello), canciones pegadizas y las llamadas “power ballads”; todo rodeado de diversión en todos lo sentidos.

Otros tiempos.

El ejercicio de “imaginar la música” culminó en el silencio. Las canciones siguieron su curso y mi pluma otra: los versos libres siguieron llenando esa libreta que se convirtió en un archivo de computadora y otras palabras fueron directamente a notas periodísticas. Una novela me observa, inacabada, detrás del teclado en el que escribo.

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