
Hay un tipo de culpa que no viene del daño que hiciste, sino del amor que no pudiste evitar sentir.
Es una culpa silenciosa. No arrasa, no rompe cosas, no pide perdón en voz alta. Simplemente está ahí, como un nudo en el pecho, como una certeza que incomoda: querer a alguien que no debías o seguir queriéndolo cuando todo el mundo te dice que ya no.
Eso es lo que canta Surahn en “Guilty”. No hay lamentos exagerados. Solo frases cortas, honestas, que duelen porque son reales.
“Every time I see your face, I feel so guilty, baby.”
Cada vez que veo tu rostro, me siento tan culpable, nena.
Y no es que quiera sentirlo. De hecho, intenta huir.
“I try to walk away, but my heart won’t listen.”
Intento alejarme, pero mi corazón no escucha.
Pero la culpa no siempre viene con una salida. A veces se vuelve parte del cuerpo, como una segunda piel que ya no se despega. Y no se trata de juzgarse por lo que uno hizo, sino por lo que uno siente. Por amar cuando ya no hay espacio. Por quedarse cuando el otro ya se fue. Por seguir mirando hacia atrás, aunque lo correcto sea mirar hacia adelante.
La música acompaña sin empujar. Tiene algo de soul, algo de funk, pero sobre todo, tiene tiempo. Tiempo para que las palabras respiren. Para que cada silencio diga lo que no se puede decir. Para que la culpa no se oculte, pero tampoco se grite.Además del coro que le da un toque celestial…
“I can’t deny it anymore… I’m guilty of loving you.”
Ya no puedo negarlo… soy culpable de amarte.
Hay algo magico en esa frase. No porque deje de doler, sino porque por fin se nombra. Y cuando uno nombra algo que oculta, aunque no cambie nada afuera, por dentro empieza a calmarse.
“Guilty” no es una canción para entender con la cabeza. Es para sentir con el pecho. Escucharla es como sentarse al lado de alguien que también está cansado de fingir que ya pasó. Alguien que, como yo, todavía no puede soltar del todo.
Y eso, a veces, es más que suficiente.