
Algunas emociones se quedan atrapadas dentro, dando vueltas sin encontrar escape. Se sienten en el pecho, en la garganta, en la boca del estómago, acumulándose hasta que el cuerpo ya no puede contenerlas. The Backseat Lovers, una banda de Utah que mezcla el indie rock con una intensidad casi visceral, captura ese sentimiento en “Pool House”, una canción que no se conforma con sonar triste: arde, explota, grita.
Al principio, todo parece contenido. La guitarra avanza con una suavidad engañosa, como si caminara sobre hielo delgado. La voz de Joshua Harmon suena nostálgica, con ese tono quebrado de quien habla solo porque no puede soportar el silencio.
“I’ve been waiting for a minute / For my lady / So I can’t stress this enough”
(He estado esperando un minuto / Por mi chica / Así que no puedo enfatizarlo lo suficiente)
La espera se vuelve insoportable. No es sólo el paso del tiempo, es la incertidumbre, el saber que algo se está desmoronando y no poder hacer nada para evitarlo. Cada palabra parece contener una pregunta que nunca obtendrá respuesta.
“I keep mistaking my head for my heart / I guess I’m just breaking apart”
(Sigo confundiendo mi cabeza con mi corazón / Supongo que me estoy rompiendo en pedazos)
Aquí, la confusión lo llena todo. La mente intenta razonar lo que el corazón ya entiende demasiado bien: que algo se ha perdido. Que aferrarse a lo que fue no evitará que duela menos.
Y entonces, la canción se parte en dos.
El sonido, que antes parecía manso, se transforma en una tormenta. Las guitarras estallan con distorsión, la batería golpea con furia, y la voz de Harmon deja de sostenerse. No canta, grita. Un grito rasposo, ahogado en frustración, el tipo de sonido que solo puede salir de alguien que ha llegado al límite.
“I know you feel it too / Don’t let it swallow you”
(Sé que tú también lo sientes / No dejes que te consuma)
No hay dulzura en este final. No hay un cierre pacífico ni un alivio después de la tormenta. “Pool House” no pretende consolar, solo mostrar el momento exacto en que todo se rompe. Es una canción que no se escucha con la cabeza, sino con las tripas. Y cuando termina, deja un eco en el cuerpo, como si algo dentro todavía estuviera buscando la forma de salir.