A Víctor lo he mencionado en un par de ocasiones en algunas notas. No es para menos, fue parte importante de mi educación musical durante casi un lustro: tres años de preparatoria y un par más en la facultad. Luego la rutina de la vida nos hizo intermitentes, pero siempre que nos vemos hablamos de esa gran música.

Todo comenzó en primer semestre cuando en un receso observé su carpeta Trapper Kepper (muchos sonreirán cuando lean la marca y se acordarán de la suya, estoy seguro): estaba llena de recortes de grupos desconocidos; lo que más me llamó la atención eran sus peinados extravagantes, el maquillaje, las licras, estoperoles. Lo mejor del llamado glam rock de los ochenta y principios de los noventa.

Mientras observaba la carpeta, Víctor ingresó y me morí de miedo. Su apariencia era por demás ruda: tenis, pantalón de mezclilla y playeras negras estampadas con grupos de rock.  Cuando lo vi ingresar al aula, juré que me iba a partir la cara y, mi mejor defensa, fue hacer una de las preguntas más estúpidas de mi vida… que por supuesto no diré cuál fue. Ni modo, hay cosas que es mejor mantener en secreto jajaja.

A partir de ese momento nos unió la música:  desde charlas aleccionadoras sobre esos grupos que yo desconocía porque mi bagaje alcanzaba de la década de los cincuenta a los setenta, no más. Mi amigo era más que charlas: eran casetes, revistas Metal Edge y, más adelante, poder conocer su casa donde tenía un mueble con el tesoro codiciado: los discos compactos.

La amistad se acrecentó en infinitas tardes escuchando cada uno de esos objetos, más otros casetes, más vinilos, más videos, más películas VHS, más Star Wars, más revistas, más charlas, más anécdotas de los artistas, más conocimiento de ello, más risas.  Imposible mencionar cuánto me gustaba estar sentado en su alfombra y repasar todo.

Sería imposible elegir una canción que nos representara en esas épocas, hay muchas. El reciente presente me permitió elegirla porque fue una de las primeras que me grabó… y que pasó poco tiempo antes de adquirir mi propio CD: “Ride the Wind” de Poison del álbum Flesh and Blood.

La canción de 1991 de la idea de libertad y coraje, y de la emoción y aventura de alcanzar las estrellas. La letra evoca imágenes de guerreros modernos y rebeldes sin preocupaciones, alude a una sensación de independencia. Dos amigos y llegar a ese objetivo sin importar el costo.

El video incluye imágenes de la gira de la banda, incluyendo escenas detrás del escenario, tomas del público y presentaciones en el escenario. Nuestras pequeñas victorias reflejadas en aquellos artistas.

Víctor y yo nos vimos brevemente hace algunos días. Ignoro como me vea él, yo he dejado de verlo como una persona ruda, tiene ya algunas canas en su cabello, nos sigue uniendo la música y ahora el cuidado de su madre y yo, de mis padres. Nuestra charla fue breve con sabor a la resignación que causan los ocasos de vida.

Nuestros horizontes son diferentes: hemos madurado en la vida laboral, hemos perdido y ganado a lo largo de los años, nuestros cuerpos siguen intactos a alguna enfermedad (a diferencia de la de nuestros progenitores) y sin querer nos hemos convertido en los guerreros modernos de los que habla “Ride the Wind”.

No hablo de fiestas interminables ni exceso de diversión, la vida nos llevó a ser héroes modernos de quienes nos dieron la vida. Siempre hay espacio para compartir más música y algunas inquietudes sobre estos horizontes que conocemos paso a paso…  en los pasos de ellos.

La victoria es pírrica… pero estaremos hasta que la vida termine.

“Stories told
Two old friends
Of battle scars and lonely bars
And nights the rain wouldn’t end”

 

 

Comentarios

Comentarios