Fue una noche bastante divertida a pesar del angustioso intermedio.
Recuerdo que llovía y hacía mucho frío. Las cervezas no habían faltado y mi amiga y yo perdimos la cuenta de cuántas nos habíamos bebido. En ese tiempo tenía un automóvil Corsa color verde y estábamos en el estacionamiento de su fraccionamiento.
Las horas habían pasado y el error fue uno. Mantener el estéreo prendido sin prender el auto de vez en cuando. La batería se bajó, el vehículo se quedó sin energía y, se nos hizo fácil “pasarle corriente” con la camioneta de ella. Fue un caos, nuestra mutua “efervescencia” y los vanos intentos ocasionaron que un vecino nos ayudara, seguro no por buen samaritano sino porque no lo dejábamos dormir.
¿Qué hicimos? Continuar escuchando música… encendiendo el auto de vez en cuando. La canción de esa noche, que se repetía y se repetía, era “The Bucket” de Kings of Lion de su álbum Aha Shake Heartbreak de 2004.
La banda, en esos momentos, era popular en Inglaterra, mucho antes de que se les prestara mucha atención en su país natal, Estados Unidos.
“The Bucket” fue escrita después de una gira por el Reino Unido, en la que tocaron para multitudes de fans antes de regresar a Estados Unidos, donde todavía eran bastante desconocidos.
“Regresamos de una gira por el Reino Unido, donde éramos un fenómeno. Todo el mundo se había dejado crecer el pelo como nosotros, pero cuando volvimos a casa nadie sabía quiénes éramos.
“Nuestra madre estaba en el aeropuerto con un cartel que decía: ‘¡Bienvenidos a casa, chicos!’. Todos los días íbamos a la tienda a comprar Miller High Life, cecina y algunos bocadillos de chocolate, y escribíamos.
“‘The Bucket’ fue una de las primeras canciones que le gustó a todo el mundo. Se trataba de que yo fuera famoso por primera vez y de las chicas que finalmente había conocido”, dijo el vocalista Caleb Followill sobre ella.
Los años pasaron y los caminos de mi amiga y yo se encontraban algunas veces en charlas, en mensajes de teléfono o rápidas pláticas en persona. Surgió una apuesta de una botella de vino que sería pagada el 20 de agosto de 2021.
No fue posible cumplir la apuesta. Ese día a las 16:00 horas aproximadamente mis padres eran diagnosticados con Covid-19. La promesa de fiesta se volvió en una asesoría permanente de mi amiga: me envió laboratoristas, teléfono de neumólogos y ella impidió que enviara a mis papás a morir a un hospital público. La tormenta se vivió en casa gracias a ella y no en un nosocomio. De alguna manera, los salvó. Se lo agradezco.
En los años subsecuentes he tenido dos charlas muy profundas con ella: la muerte de su padre y su hermano la han hecho transitar por lugares muy oscuros que le permiten guiarme en mis tempestades personales que mantengo.
No puedo imaginar su rostro cuando lea esta nota, es posible que ya nos habremos visto otra vez… o no. Eso sí (y esto es un guiño personal) no me cansaré de repetirle “es que no coordinas las manitas con las patitas”.
“The Bucket” es un recuerdo de aquellos días, de los presentes días y, seguramente, de los días que vendrán. Las tempestades no ceden… “Then I’ll be in the lobby drinking for two”.