
“Me, I wasn’t taught to share, but care”
A mí no me enseñaron a compartir, sino a cuidar
“PRIDE.” no es sólo una canción; es un retrato íntimo de nuestras contradicciones, una confesión que desarma con cada verso. Kendrick Lamar se sumerge en el abismo de sus pensamientos para explorar la lucha interna entre lo que queremos ser y lo que realmente somos. Este track, una joya del álbum DAMN. (2017), es un viaje lleno de capas emocionales, cambios sonoros y una honestidad brutal que sólo el artista puede entregar.
“I can’t fake humble just ’cause your ass is insecure”
(No puedo fingir humildad sólo porque tú te sientas inseguro)
Desde esta línea inicial, queda claro que “PRIDE.” no tiene intenciones de endulzar verdades. Kendrick enfrenta sus propias fallas mientras señala cómo las inseguridades externas pueden influir en nuestras acciones. Es una frase que resuena profundamente y recuerda lo difícil que es mantenernos fieles a nosotros mismos en un mundo lleno de expectativas y apariencias.
La producción es tan cautivadora como la letra. Steve Lacy crea un paisaje sonoro, etéreo y fragmentado, con una guitarra que flota como un pensamiento distante. La voz de Lamar, a veces ralentizada, refuerza la sensación de introspección, como si sus palabras fueran susurros desde el rincón más oscuro de su mente.
“Maybe I wasn’t there, maybe I wasn’t taught
To deal with these flaws”
(Tal vez no estuve ahí, tal vez no me enseñaron
a lidiar con estos defectos)
En esta confesión, Kendrick aborda el peso del pasado. Habla del vacío dejado por la falta de guía, de cómo la infancia y las heridas no sanadas moldean nuestras debilidades. Aquí, el orgullo no es fuerza, sino un mecanismo de defensa, un muro que levantamos para protegernos de nuestra propia fragilidad.
Musicalmente, “PRIDE.” contrasta de forma brillante con canciones más agresivas como “HUMBLE.”. Mientras aquella es una declaración de poder, esta es un susurro de arrepentimiento. Es un reflejo del equilibrio temático del álbum: la batalla constante entre virtud y pecado, humildad y arrogancia.
“I care too much, wanna share too much, in my head too much”
(Me importa demasiado, quiero compartir demasiado, pienso demasiado)
Este verso encapsula la ansiedad moderna. Kendrick pone palabras al agotamiento que sentimos cuando intentamos ser todo para todos. Es imposible no identificarse con esa sensación de exceso, de cargar con el peso de nuestras emociones hasta el punto de quebrarnos.
Hacia el final, la canción se convierte en un espejismo: una mezcla de armonías celestiales y ecos de voces que se desvanecen. Es como si Kendrick estuviera luchando por alcanzar claridad, pero la respuesta siempre se escapa.
“PRIDE.” no trata de ofrecer soluciones. Nos enfrenta a nuestras contradicciones más profundas: el amor que nos destruye, el orgullo que nos aísla, las heridas que nunca sanan. Es un recordatorio de que el dolor forma parte de la experiencia humana, y que enfrentarlo con honestidad es el único camino hacia la verdad.
Si has amado y perdido, si has luchado con tus demonios, esta canción será como un espejo. Escucharla no solo es un placer; es un acto de vulnerabilidad. Kendrick Lamar no escribe canciones, disecciona almas, y con “PRIDE.” nos da una obra maestra que duele tanto como ilumina.