Nadie puede negar los desaciertos de los gobiernos anteriores: la poca determinación de Vicente Fox al acabar, y cambiar, un régimen; la candidez de Felipe Calderón en materia de seguridad y la exasperante frivolidad de Enrique Peña Nieto. Cada cual con sus desaciertos.

Ninguno de ellos estuvo exento de escándalos de corrupción que deben ser investigados, sin encuestas de por medio: la ley se aplica y no está sujeta a consultas ciudadanas. La mayoría de los mexicanos quiere y exige que así sea.

Andrés Manuel López Obrador, actual Presidente de México, supo encauzar esta rabia ciudadana y prometió un cambio verdadero. El tabasqueño tomó el cargo con una legitimidad que le dio el voto y las instituciones que lo avalaron; además de una mayoría en el Poder Legislativo.

Pero el cambio se tornó en la Cuarta Transformación.

Las promesas de mejorar iniciaron con un bautismo de la historia moderna de México. No hubo primera, segunda, ni tercera transformación del país decretada por alguien. La visión de futuro del gobierno se autodenominó Cuarta Transformación para sugerir que México viviría un momento clave.

El cambio se logró, pero no a favor de México: aumentó la deuda pública en un 45.9 por ciento con respecto a Peña Nieto, aumento de homicidios dolosos, pérdidas en Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Compañía Federal de Electricidad (CFE), cancelación costosa del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México sin una sola prueba de corrupción.

Más cambios de la 4T: la militarización constante del país, la desaparición de 108 fideicomisos también sin mostrar pruebas de corrupción; cancelación del Seguro Popular, estancias infantiles, guarderías, refugios para migrantes, desbasto de medicamentos, incluyendo la de los niños con cáncer, reserva de asuntos de interés nacional y un fanatismo por tres obras que no llevarán a lado alguno: Dos Bocas, Tren Maya y Santa Lucía. Todo ello englobado en el peor manejo de la pandemia a nivel mundial.

Sumado a los yerros administrativos, se han solapado flagrantes escándalos de corrupción de Manuel Bartlett, del matrimonio de John Ackerman e Irma Sandoval, además de su hermano Pío Obrador. Hay familiares de los simpatizantes de la ideología de la 4T en todos los niveles de gobierno.  Han llevado al extremo la ilusión al grado de rifar un avión… sin el avión.

No resultaron iguales… resultaron peores… o más evidentes.

Hay una característica que asusta de la autodenominada Cuarta Transformación y que no tiene comparación con los mandatarios anteriores: el poder es ejercido por una sola persona en todo México, Andrés Manuel López Obrador.

La verdad es necesaria:  no ha habido resultados.

La visión de futuro de México se ofrece desde la tribuna pública de “La Mañanera” que se ha dedicado a polarizar el país culpando al pasado. Una conferencia matutina tiene una radiografía sencilla: los primeros 40 minutos son logros de gobierno y el resto, 60 o hasta 90 minutos se dedica a atacar a una figura amorfa que llama neoliberalismo o conservadurismo, que son los rostros de quienes no están a su favor. No hay gobierno, hay señalamientos.

Los insultos se han traducido en la práctica en un desmantelamiento constante de las instituciones, intromisión en los otros poderes y  todo apoyado por la mayoría en el Congreso. No ha bastado: en aras de un fraude anunciado, buscan desmantelar al Instituto Nacional Electoral.

La idea de un individuo, el Presidente, ha sido la pulverización de las instituciones, apoyado por la mayoría legislativa y aplaudida por hordas de simpatizantes caracterizados por un comportamiento tribal. Se ha dicho: el Presidente piensa que es inteligente por hablar como un ignorante, los fanes se piensan inteligentes por entender a un ignorante. El nivel es bajo y de franco retroceso.

La elección de este 6 de junio es sencilla: Morena y sus partidos satélites (Redes Sociales Progresistas, Fuerza México, Partido Encuentro Solidario, el Partido Verde Ecologista de México y el Partido del Trabajo) o la Alianza de los opositores formada por los partidos Revolucionario Institucional, Acción Nacional y de la Revolución Democrática.

Nadie es mejor, pero hay menos peores. Este 6 de junio el voto es por México… y México no está en los planes de Morena.

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