La escena es una fantasía de muchos: dos hombres lanzan billetes, beben, disparan al viento, mientras una banda los acompaña en un delirante recorrido, la música es un gozo que acompaña toda acción.

Es la primera escena de “Underground”, también conocida como “Érase un país”, del director Emir Kusturica, que retrata la historia de Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta profetizar aquel país que hoy no existe.

Galardonada con la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1995, año de su lanzamiento, la película lanzó a la fama internacional a Goran Bregović, guitarrista, compositor, arreglista y productor musical serbobosnio, activo desde 1974. Para “Underground” ofreció una banda sonora de 11 melodías.

Goran es conocido por sonidos tradicionales de su natal Yugoslavia, ese país que no existe, y mezcla sonidos del folclore tradicional con ritmos eslavos, otómanos, cíngaros, búlgaros, griegos, bosnios, macedonios, serbios y por supuesto yugoslavos.

Nacido en Sarajevo, de madre serbia y padre croata, Goran formó su primer grupo, White Button, a los 16 años. Vivía en la costa del Mar Adriático cuando la guerra en Yugoslavia lo mando exiliado a París, Francia.

En los conciertos, es común ver a Goran sentado, vestido de blanco, cantando y moviendo sus manos a ritmo de sus músicos que llegan a 10, acompañados hasta de 50 coristas. La llamada Banda de Bodas y Funerales.

“Vengo de un lugar que, pese a estar en Europa, lleva un siglo de retraso con respecto a Europa”, afirmó en alguna ocasión, “Me considero un compositor contemporáneo, pero procedo del rock and roll, y la diferencia con esos señores un poco aburridos estriba en que yo siento la necesidad de divertirme con la música”.

La música de Goran Bregović hace homenaje a sus amados gitanos y a tierras que han enfrentado heridas de guerra por décadas. No es casual que su música sea tocada en bodas y en funerales, la eterna línea de la vida y la muerte, la risa y la tristeza en una música que parece siempre dispuesta a reír.

Hay un valor agregado: las dicotomías cotidianas de la vida también son las bifurcaciones de la historia, en cada capítulo del hombre sus pasos se esculpen en fragmentos, en oposiciones y en divisiones. Algunos ríen por el matrimonio de sus ideas y otros asisten a los funerales de sus propósitos.

“Underground” culmina con una frase casi profética en el destino de las naciones:

“Le agradecemos a la tierra que nos alimenta, al sol que nos calienta y a los campos que nos recuerdan los verdes pastos en casa. Así, con dolor, tristeza y alegría, recordamos a nuestro país cuando contamos a nuestros niños historias que comienzan como todas las historias: Érase una vez una tierra…”

Son las palabras de la escena final de “Underground”: un trozo de tierra que se separa con una nueva celebración, la misma “Kalashnikov” suena mientras la música toma un tinte nostálgico, la ruptura también es parte de las naciones.

Y así, en países que alguna vez existieron, los hombres se vuelven islas de los territorios que olvidamos a cada momento: érase una vez… nosotros.

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