Mi abuela tuvo una muerte muy bella.

Caminó a su sillón favorito, leyó su periódico, tomó una pastilla y se durmió. En ese placentero sueño, su corazón dejó de latir. Tardamos todavía unos minutos en saber que ya no estaba con vida.

En el caso de mi abuelo, la muerte le encontró en un malestar estomacal que acabó con su vida en unas 5 horas. Fue todo muy rápido. En ninguno de ambos casos estuve presente. Para mí ellos se fueron de viaje hace algunos años y estoy seguro de que en otro tiempo me encontraré en ese destino.

En charlas familiares, a veces es recurrente el recuerdo de que mi abuela murió de una forma maravillosa: sin gritos, sin dolor, sin espasmos ni agonía. Siempre me he imaginado a ella, en su mente, con un ave, que de pronto se apaga, la trascendencia inmediata. Las Aves Muertas.

Pensé que la muerte se había alejado de mí durante mucho tiempo. Los años me han enseñado a que nunca está alejada, está a pasos de nosotros, minutos o simplemente pesa sobre nuestras espaldas.

A últimas fechas, con la presencia de un cuerpo de enfermería que atiende a mi madre, mi cabeza se ha llenado de anécdotas sobre cuidados paliativos y muertes que no se asemejan a la belleza de Las Aves Muertas… historias de soledad en la vejez, hijos ingratos, dolores inimaginables, agonías largas.

Enfermedades que reptan en la oscuridad de nuestros cuerpos ahora mismo.  No hay un solo luto… hay una serie de ellos desde que empezamos a perder la vida en suspiros. Y siempre sin entregar todo de un lado o del otro.

“I Can’t Give Everything Away” es la última canción del último álbum Blackstar de David Bowie. Representó su despedida del mundo discográfico en vida.

“I know something’s very wrong

The pulse returns the prodigal sons

The blackout hearts, the flowered news

With skull designs upon my shoes.

(…)  Seeing more and feeling less

Saying no but meaning yes

This is all I ever meant

That’s the message that I sent”

(Sé que algo está muy mal
El pulso devuelve a los hijos pródigos
Los corazones apagados, las noticias florecidas
Con diseños de calaveras en mis zapatos.

(…) Viendo más y sintiendo menos
Diciendo no, pero queriendo decir sí
Esto es todo lo que siempre quise decir
Ese es el mensaje que envié)

La mortalidad contenida en un par de párrafos que culmina con una frase que se repite una y otra vez “I Can’t Give Everything Away” (no puedo dar todo de mí). La letra pudo haber sido escrita en cualquiera de las técnicas que Bowie utilizaba, lo que la hace más críptica… o más sencilla.

“Creo que si algo de lo que escribo se vuelve surrealista es porque ese es el propósito. Darle a la gente sus propias definiciones. Ciertamente, no entiendo la mitad de lo que escribo. Puedo mirar atrás y ver una canción que acabo de escribir y ahora significa algo completamente diferente”, dijo Bowie en 1972.

El mensaje de “I Can’t Give Everything Away” es muy claro: ante la muerte, no podemos dar más. La frase en su voz es fúnebre.

Hay un detalle que nos habla de que el artista quería seguir trabajando: apenas unos días antes de su muerte se puso en contacto con Tony Visconti y le explicó que había grabado demos de cinco canciones nuevas y esperaba grabar la continuación de Blackstar.

El final fue muy rápido.

La muerte rápida es un desenlace limpio y silencioso, un instante eterno que disuelve toda vida en un solo segundo. Es el matiz final, por su perfección, una rendición completa a la paz.

La muerte honra a la vida sin empañarla. Las Aves Muertas.

 

 

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