Hay escasez de Presidente de México porque Andrés Manuel López Obrador lo ha acaparado.
Desde el pasado 15 de marzo, el tabasqueño se ha dedicado a acumular actividades sin sentido: Andrés Manuel priva a México de su Presidente en una de las épocas más complicadas para la humanidad, derivado de la pandemia por la COVID-19.
Su actuar lo ha encaminado a la crítica al interior del país y la prensa internacional. Es una ironía, sus besos, abrazos y saludos lo llevan a perder lo que más atesora en la vida: la imagen del espejo en esa esclavitud permanente por su reflejo.
El 15 de marzo, López Obrador causó polémica al subir en su cuenta de Twitter un video de su gira por el municipio de Xochistlahuaca, Guerrero, en el que besa a una niña en la mejilla. El beso a una menor de edad y la desobediencia de la sana distancia ante la pandemimia de la COVID-19 fueron las críticas.
En provocación franca, el 20 de marzo lanza un tuit más en un video donde aparece otra niña y él. La frase es hostil, pincha a quienes lo criticaron: “Me la quería comer a besos, pero no puedo por la sana distancia. Es un primor”. En un Presidente de México la frase no es ingeniosa, sino un comportamiento burlón y necio.
Surge una duda el 21 de marzo cuando López Obrador asegura que él decidió bajar la gasolina. ¿Ignorancia tácita, mitomanía conciente o defraudador de ignorantes? El precio de la gasolina en México lo decide, entre otros factores, el precio del barril de crudo, que va a la baja por la tensión comercial entre Rusia y Arabia Saudita.
El fin de semana pasado, el hombre de 66 años tuvo una gira con un resultado desastrozo. El 28 de marzo, en los parajes de La Rumorosa en Baja California, hizo gala de su quijotería: se lanzó contra molinos de viento.
El quijote mexicano, el Presidente que cree en cosas imaginarias y hace, o dice, cosas imposibles para defender sus creencias. Los molinos de viento son un parque eólico que beneficia a 40 mil familias. No es privado, es público. No hay escudero suficiente para los adversarios de esta figura no literaria, le hacen falta argumentos para construir historia, sus cuentos son repetitivos.
Su gira terminó este 29 de marzo en Sinaloa, donde López Obrador saludó a la madre de Joaquín “El Chapo” Guzmán, Consuelo Loera, durante su gira por la comunidad de Badiraguato. “Te saludo, no te bajes. Ya recibí tu carta”, le dijo al acercarse a su camioneta. La carta se refiere a la petición de ver a su hijo en Estados Unidos.
Todo es un símbolo: el saludo, la ausencia de distancia y que el 29 de marzo cumplió años Ovidio Guzmán, el personaje que mostró cómo el Estado claudicó ante un presunto delicuente. La realidad de Andrés Manuel es abstracta, evoca acuerdos privados y representa indolencia ante lo importante. Hay pereza selectiva para trabajar del Presidente de México.
“Es una situación humanitaria, y lo haría ante cualquier circunstancia parecida, aunque se me vengan encima los conservadores y sus voceros, los asalariados al servicio del conservadurismo”, señala tajante en su “mañanera” de un día después.
Hay una consecuencia clara, dada a conocer por Consulta Mitofsky, la aprobación de López Obrador es del 50 por ciento: está lejos de aquel 66.4 por ciento de cuando comenzó su sexenio. La desaprobación es del 49.9 por ciento. Por primera vez en años, no puede presumir de tener la mayoría su favor, derrochó su capital político.
Lo sigue haciendo: ayer ante la inminente crisis ecónomica, el servidor público dijo que no habrá subsidios fiscales y se protegerá primero a los pobres.
Hay alta demanda de un Presidente de México, hay poca oferta.
“Porque ves allí, amigo Sancho Panza (…) desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer (…) y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra”. Don Quijote de la Mancha.
