“John, hagamos una foto para el guardia”, le pidió el fotógrafo Jim Marshall a Johnny Cash.

El cantante se limitó a levantar su dedo medio y así expresar lo que sentía en esos momentos por los guardias de la prisión de San Quentin donde ofreció un concierto el 24 de febrero de 1968. Así surgió una de las fotos más icónicas en la historia del rock.

Para el “Hombre de Negro” no era la primera vez que daba un concierto en prisión: con una carrera en descenso, en 1968 decidió ingresar a la cárcel de Folsom, California, y dar vida a su propia canción titulada “Folsom Prison Blues” escrita en 1953 para su álbum debut.

Cash había sido arrestado varias veces a lo largo de su vida, pero nunca había estado tras las rejas; sin embargo, sentía especial simpatía por aquellas personas que habían tomado una mala decisión y así fue como inició una gran campaña por los derechos de los presos. Con estas visitas y grabaciones su carrera comenzaría a ascender.

Una de estas giras carcelarias llegó a San Quentin los primeros días de enero de 1969, la de máxima seguridad en San Francisco, con un Cash que ya llevaba 30 discos publicados y saboreaba el apenas éxito de “Live at Folsom Prison”… en este centro penitenciario fue la conexión con los presos.

Cada frase era secundada por vítores de la audiencia y Cash se sentía cómodo cantando “Wanted Man”, “Big River”, “I Still Miss Someone” y la famosa “A Boy Named Sue”, que le haría ganar un Grammy por la mejor interpretación vocal.

El concierto fue filmado para Granada Television y apenas se captaban las reacciones de los reclusos. Fue cuando Jim Marshall le pidió la foto y Cash mostró su dedo medio… estaba enojado porque las cámaras no dejaban ver a los presidiarios el espectáculo.

Y comenzó un pequeño discurso antes de la siguiente canción:

“He estado pensando en ustedes desde ayer, he estado aquí tres veces antes y creo saber cómo se sienten con respecto a algo; ya sé que no es de mi incumbencia sobre lo que sienten sobre otras cosas, ni siquiera me importa cómo se sienten con respecto a otras cosas.

“De cualquier manera, me traté de poner en su lugar y creo que esta es la forma en que se sienten sobre San Quentin”, dijo antes de estrenar la canción de ese nombre.

La interpretación de “San Quentin” estremece por dos razones: una letra llena de rabia por el lugar y cuestionar la rehabilitación de cuatro paredes y la respuesta de los reclusos. En el video se ven sus rostros, felices, resignados y con muecas cómplices a los versos.

“San Quentin, odio cada centímetro de ti.
Me has cortado y me has marcado de principio a fin
y saldré como un hombre más sabio y débil.
Señor congresista, usted no puede entender.

“San Quentin, ¿qué bien crees que haces?
¿Crees que seré diferente cuando termines?
Doblas mi corazón y mi mente y deformas mi alma,
y ​​tus muros de piedra enfrían un poco mi sangre.
¡San Quentin, que te pudras y te quemes en el infierno!”

Todos los dioses y monstruos imaginables se encuentran en nuestra mente. Hay ocasiones que el monstruo seduce y engaña al dios y resulta en una realidad alterada por un crimen que afecta y nos afecta. La consecuencia no es la cárcel, es la prisión de nuestra mente que a veces es tan grande como una diminuta celda, esa que odiamos.

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