Advertencia: esta nota fue redactada mediante Chat GPT, el uso de inteligencia artificial evidencia falta de imaginación.

En nuestra breve existencia, la imaginación se erige como una luz que camina por los rincones más oscuros de la realidad. Trasciende la vida, puesto que imaginamos algo más allá de la muerte, es lo que nos vuelve trascendentales en cada finito segundo… vaya, finalmente cada respiración nos acerca a nuestro final.

Hay algo peor que vivir, dejar que la imaginación se desvanezca y que nuestra mente sea convierta en un paisaje desértico donde la creatividad languidece, o algo peor, se convierta en La Nada.

Es muy fácil caer en La Nada: la velocidad frenética de nuestros días, agendas abarrotadas y obligaciones constantes, despoja a la mente de la libertad necesaria para tejer las hebras de la imaginación. Acabamos con mundos imaginarios y empañar nuestra mente con nada, La Nada.

Este fenómeno de pérdida de la imaginación es la esencia de la película “Historia sin Fin”, estrenada en 1984, dirigida por Wolfgang Petersen y protagonizada por Barret Oliver (Bastián), Noah Hathaway (Atreyu), Tami Stronach (la Emperatriz Infantil), un dragón que volaba, un ser que mascaba piedras y caracoles como medios de transporte.

El filme está basado en el libro del mismo nombre del alemán Michael Ende, quien describe su obra como el deseo de encontrar la realidad que nos rodea a través de recorrer el camino inverso, es decir, la parte interna de cada uno que reside en su imaginación. El escritor jamás estuvo contento con la adaptación de 1984, la calificó como un “melodrama comercial”.

Es una obra que se contiene a sí misma. Es la historia contada dentro de la historia que vuelve a aparecer. Cada vez significa algo distinto, pero el mensaje es el mismo La Nada que destruye el mundo de Fantasía por la carencia de imaginación de los humanos del mundo real: ya no crean, no sueñan.

Fue una de las tres películas que marcó mi infancia. ¿La razón? Salir a mis ocho años del cine, de la mano de mi padre y recordar su consejo: leer mucho para que mi imaginación no se apagara; he tratado de hacerlo, pero me falta mucho, por lo tanto, mi imaginación sigue en desarrollo.

La película tiene un tema que escucho poco, cuando lo hago recuerdo aquel día: “The NeverEnding Story” es la canción principal compuesta por Giorgio Moroder e interpretada por el cantante Limahl.

Limahl publicó dos versiones de la canción, una en inglés y otra en francés. La versión inglesa fue acompañada de la voz de Beth Anderson y la versión francesa con la de Ann Calvert. Fue un éxito en muchos países.

La última vez que escuché la canción fue hace menos de 48 horas. Bebía una copa de vino con mi padre y recordamos aquellos días, la conclusión de mi progenitor fue que La Nada sigue consumiendo nuestras fantasías, sueños e imaginación. Hoy tiene un aliado permanente, la tecnología.

La imaginación es la llave que desbloquea las puertas de lo infinito y, en este laberinto de la realidad, nos guía en la medida que la alimentemos. La magia vive y eso impide que seamos un eco de lo ordinario.

 

Comentarios

Comentarios