El enfrentamiento entre comuneros e integrantes de la Familia Michoacana en Texcaltitlán no es la excepción, como aseveró el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, es un problema que lleva seis décadas en la zona sur del Estado de México: que pasó de un burro con marihuana a cobros de piso, ejecuciones. Las funciones del Estado, seguridad y gobierno, en manos de “la maña”.

La relación del sur del Estado de México con la droga comenzó abiertamente en la década de los setenta en el municipio de Luvianos: en el mercado de los martes de ese municipio se subastaban costales de marihuana producto de los primeros sembradíos de la zona: uno ubicado en Zacazonapan en la comunidad conocida como Los Tres Reyes y el otro en las inmediaciones del llamado Peñón de Temascaltepec.

A los llamados “burreros” se les daban de 20 a 40 mil pesos por llevar la carga a la capital mexiquense. En ese tiempo los costales se transportaban en camiones de mercancías, así como en unidades del servicio público de pasajeros.

El sur del territorio mexiquense, en ese entonces, era tranquilo, pues no había consumo interno de drogas, hay pocos recursos económicos y la pobreza es extrema. El narcotráfico se veía como una alternativa para ganar más dinero alejada de la violencia.

Según la investigación “Crimen organizado en Sierra de Nanchititla: un viaje a través de las escalas implicadas en el desarrollo turístico sustentable” de Irma Luz Ramírez de La O, Gabino Nava Bernal, Maribel Osorio García y Sergio Franco Maass, los problemas se recrudecieron en 2007 cuando el narco se instaló formalmente en el sur de la entidad.

 “Regionalmente, la llegada del narcotráfico pudo ocurrir en 2007, con La Familia y Los Zetas instalándose en el Estado de México, tejiendo redes con la policía; más tarde aparecieron los Beltrán Leyva.

“Hoy (2010) en la región se encuentran los 3 cárteles, por estar en la ruta de transporte de mariguana y amapola cultivadas en las sierras de Nanchititla, tarasca y guerrerense. Así, hay frecuentes enfrentamientos entre cárteles porque la región es una zona en disputa”, precisan los autores con base en algunos estudios y aseveraciones de expertos del fenómeno del narcotráfico.

«El resultado es un ambiente inseguro reflejado en la desconfianza de los pobladores, su renuencia a conversar, la continua circulación de soldados y advertencias para los visitantes», indica un fragmento del texto publicado en la «Revista Líder» en 2010.

De acuerdo con el texto, durante muchos años en el sur del Estado de México, han existido “levantones”, asesinos a sueldo, extorsión a comerciantes, la quema de propiedades de aquellos que no cooperan, cobro por siembras, acuerdos entre criminales y autoridades, operación de laboratorios en la sierra, ejecuciones a quienes denuncian y desaparición de personas y cuerpos.

“Hay ejecuciones sangrientas, especialmente cuando no está el ejército; muchas personas están involucradas; una vez hubo 50 muertos en la carretera Toluca-Tejupilco, pero no lo dicen los noticieros; cuando pobladores se involucran con un grupo, otro los mata”, dice una parte del texto que recabó testimonios de pobladores de aquella zona.

La Familia Michoacana, que es la organización con mayor presencia en el Estado de México, concentra sus mandos más altos en la zona sur, en el llamado “Triángulo de la Muerte” donde colinda la entidad mexiquense con Guerrero y Michoacán.

No sería fácil llegar a esa presencia.

(continuará)

Texcaltitlán: “A los señores no les gusta que vayamos rápido” (Parte 2)

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