“¿Bailar? ¿Dijiste bailar?”, expresa Alexis Zorba a su amigo y jefe Basil, un escritor británico de origen griego.

Zorba se muestra alegre y parece olvidar que, momentos antes, el proyecto de un aserradero se había venido abajo. Ante el mar como escenario, los dos hombres que se habían conocido en un viaje previo, saben que su vida es un desastre y están en la ruina absoluta.

“¡Juntos! ¡Vamos! ¡Otra vez!”, pide Zorba mientras le muestra cómo bailar sirtaki, una danza que se realiza con las manos en los hombros y poco a poco  incrementa la velocidad y los ritmos.

En una aparente solemnidad, Zorba la muestra los pasos de la danza. De pronto, deja los hombros de Basil y lanza la pregunta que reta a toda razón y aterriza en una  cumbre: ¿Alguna vez viste un desastre más espléndido?

Ante el desastre, la histeria; ante la catástrofe, el entusiasmo; ante el final, el baile. Eso ha significado Zorba, interpretado por el mexicano, Anthony Quinn.

“Zorba, El Griego” es una película de 1964 dirigida por Michael Cacoyannis, basada en el libro “Vida y Aventura de Alexis Zorba”, del griego Nikos Kazantzakis. Fue protagonizada por Quinn y Alan Bates, en el papel de Basil. Fue nomimada a siete premios Óscar,  ganó tres de ellos.

Los 142 minutos en blanco y negro de la película han trascendido especialmente por el baile de Zorba: pasos atrayentes y progresivos que connotan la dualidad eterna entre la razón antes que la existencia y la pasión por la vida.

Los pasos fueron creados específicamente para la película por el coreógrafo Giorgios Provias y se le conoce como sirtaki. Esta danza inventada viene del baile hasapiko, que interpretaban en la Edad Media los carniceros que imitaban una batalla de espadas de los militares bizantinos.

“La Danza de Zorba” se volvió un estereotipo de la danza de Grecia, aunque no es real. Un dato curioso: Anthony Quinn tenía una lesión en la rodilla y arrastraba la pierna al momento de filmar la escena final.

“Si no hay un poco de locura, jamás podremos gozar de la vida ¡Tenemos que estar locos!”, diría el actor nacido en Chiahuahua sobre el simbolismo de sus pasos en un programa chileno en 1997. La bailaría muchas veces en presentaciones informales o en temporadas de teatro.

En nuestros tiempos ¿Hemos visto un desastre más espléndido? Nos hemos visto imposibilitados para estar con nosotros mismos y hemos enajenado nuestros espacios. Lo caótico de nuestro contexto nos ha arraigado a una soledad peligrosa.

Ante nuestra realidad, que ladrillo a ladrillo se vuelve una metáfora, solo nos queda nuestra más preciada libertad, esa que nada en las orillas de la locura. Seguimos siendo libres.

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