Mientras Ricardo Sheffield Padilla, titular de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), emitía su mensaje en la conferencia matutina, un joven se acerca a Andrés Manuel López Obrador con su cubrebocas mal colocado.
El joven, identificado posteriormente como José Luis de 31 años, cubre su boca con la mascarilla mientras su brazo se entrelaza con el propio del Presidente de México. Con la nariz descubierta, se acerca aún más, mientras el tabasqueño se inclina para escucharlo, López Obrador lo toma con ambos brazos y lo sitúa un paso atrás.
Alguien aparece para sacarlo y, con rostro severo, el Presidente permite seguir hablando al hombre, quien en menos de dos segundos pone su mano en el costado izquierdo del mandatario. Hace su aparición Leticia Ramírez, Coordinadora de Participación Ciudadana. Comienzan a hablar los tres mientras el Director de Profeco se mantiene hablando.
El joven se acaba yendo con Ramírez, quien explicaría que al joven le habían sembrado droga en Durango y pedía ayuda para seguir adelante y poder ver a su hija. Reconoció que el duranguense había burlado la seguridad de Palacio Nacional.
“No se puede tener tanta vigilancia. Antes existía el Estado Mayor Presidencial que, no debe de olvidarse, eran 8 mil elementos para cuidar al presidente, un exceso, además era un poder al interior del gobierno, con mucha prepotencia y abusos de autoridad (…) Yo no tengo guardaespaldas, porque el que nada debe nada teme”, minimizó el Presidente de México.
Aunque en redes sociales se ha acusado de que fue un montaje, este es el tercer incidente consecutivo la última semana en relación a la seguridad del Presidente de México.
El viernes pasado, en Querétaro, dos mujeres, por separado, burlaron el cerco de seguridad montado en el Hospital General de esa entidad. Una de ellas entró por la puerta principal y otra atravesó los barrotes de la reja perimetral. Afuera dos grupos de manifestantes a favor y en contra de la gestión de López Obrador intercambiaban gritos,
Este domingo, el Presidente de México fue insultado por un grupo de pasajeros que compartieron el vuelo comercial de Guadalajara a la Ciudad de México. Uno de ellos le sacó fotos y, al comprobar que era el mandatario, comenzaron las consignas.
No han sido los únicos: el 24 de enero de 2019, en Huachinango, Puebla; un joven logro burlar las vallas metálicas y se subió al escenario. En julio, en Ciudad Valles, en San Luis Potosí, un grupo de manifestantes le impidió quedarse en el hotel donde se hospedaba.El 2 de diciembre de ese mismo año, en Tepic, Nayarit; en el aeropuerto local, un grupo de simpatizantes buscó una fotografía con el presidente, quien echó abajo su protocolo de seguridad y permitió la llamada “selfie”.
Para crear una imagen más cercana a la gente, López Obrador reintegró al Estado Mayor, encargado de la seguridad de funcionarios de alto nivel desde 1895, a las Fuerzas Armadas y los sustituyó por un grupo de 20 jóvenes que portan un chaleco y un pin con la leyenda “Ayudantía”. Ellos pertenecen al rubro “Apoyo a las actividades de Ayudantía y Logística de la Oficina de la Presidencia de la República” y en 2020 bajaron de 20 a 14 con un recorte presupuestal del 98 por ciento.
¿Quién está cuidando al Presidente de México?
El Presidente de México actual se ha caracterizado por un discurso divisionista que polariza y enciende pasiones entre sus seguidores y sus críticos. Lejos de enconos o simpatías, la integridad del mandatario es un asunto de Estado, más en un país caracterizado por su inseguridad, grupos delictivos y fanáticos espontáneos.
Descuidar a López Obrador es incitar a la cercanía, que puede ser insana en sus intenciones. El pueblo, ese ente amorfo que el tabasqueño asegura conocer bien, también se engaña en la creencia de sus designios personales, el pueblo buscará siempre una raíz de complacencia, despierta, se mueve y también mata. Los adversarios no son imaginarios también son de carne y huesos, ingenuos y perversos.
El Presidente de México importa. Prevenir su seguridad es prioritario y sinónimo de vida pública.