Con este sexenio, la pobre Catrina ya no se daba abasto,
con 138 mil homicidios, la huesuda ya quiere un camastro,
más que Peña y Calderón, ya parece que es agente del forense,
y el Presidente ni para cuando un “usted dispense”.
La Muerte ve que el pobre México no tiene dignatario,
las eternas mañaneras tienen nivel de parvulario
y la Flaquita ve que el tabasqueño ya le agarro la maña:
“otros datos”, divide, miente y que nunca acabe la campaña.
Se sulfuró La Huesuda, pero ¡Que aparecen las “corcholatas”!
Claudia sin chiste y el carisma de unas viejas alpargatas,
Marcelo con su carita de panda, dizque de calavera,
¡A todos se llevó! Hasta Augusto, que andada muy fiera.
La Flaquita buscó a los de oposición por cualquier lado:
primero vio al PAN con líder todo desplumado,
a los del PRD ni siquiera le merecieron algún clamor,
y el PRI que no se puede quitar a Alito, el traidor.
Se llevaría a los de la Cuarta por no tener algún acierto,
con más polvo que aviones, el AIFA nació bien muerto,
la refinería Dos Bocas tiene, eso sí, mucha agua que la envuelva,
y el Tren Maya, triste se puso la Muerte, solo destroza selva.
Con furia, llegó por Andrés a Palacio Nacional la Calaca,
pero el vocero Chucho le dijo “se ve que no sabes de la polaca”.
“No me digas que se fue con Delfina para ver las aportaciones,
“entre diezmos y multas esa señora solo piensa en elecciones”.
“Ya sé dónde le gusta”, dijo la Flaca cuando supo el dato,
y con su guadaña fue por el Presi hasta la tierra de Badiraguato.
Así murió el tabasqueño que ves, tía uniforme y gorra militar,
a tiempo, antes de que la Reforma Electoral pasara sin chistar.
El Presi quería reelegirse en otra vida, hizo lo que sabe hacer:
“Soy el Rey del cash, toma dinero y déjame de nuevo renacer”,
seguía López con sus pausas, embustes, “detentes” y atalaya,
la Muerte sentenció “No, a mí no me ignoras como a los de Guacayama”.