Sin una sola campaña sobre su ahorro, de información sobre la urgencia hídrica o medidas de alguno de los tres órdenes de gobierno, la pregunta inmediata, ante la crisis del Sistema Cutzamala en 115 días, es ¿cómo dar agua en lo inmediato a 5 millones de habitantes? La crisis del agua es una realidad y nadie parece percatarse de ella.
El problema del agua no es nuevo, data de 1912… solo que trascendió generaciones y nadie puso atención a una fecha inevitable: el 26 de junio de 2024, cuando no haya más agua que extraer del Sistema Cutzamala, en caso de que no llueva.
En las décadas treinta y cuarenta la Ciudad de México comenzó a tener problemas serios de hundimiento debido a la extracción de agua, lo que provocó que en la década de los cincuenta se puso en operación el Sistema Lerma: 230 pozos en el Valle de Toluca, Ixtlahuaca y Jocotitlán.
Con el aumento de población el Sistema Lerma se convirtió en Sistema Cutzamala con dos etapas más son una sola premisa: llevar agua de un lugar al otro sin hacer una verdadera gestión de ella. Hay planes incluso para su etapa 4, pero no para saber de dónde se sacaría el agua en caso de que se acabara.
Décadas pasaron y todos los gobiernos, de todos los partidos, de todos los niveles, consideraron al sistema como una fuente inagotable del líquido, dejando el llenado de sus siete presas a las lluvias: depender de un clima que está cambiando constantemente por obra del hombre, un círculo vicioso.
Hoy el Sistema Cutzamala he llegado a lo que ha sido llamado como “Hora Cero”: este término se refiere a cuando el suministro de agua libre termina y comienza a ser racionado, algo que ya pasó, pues las presas tienen un déficit histórico de almacenamiento y hay una sequía que afecta gran parte del país.
¿Qué podemos ver de esto? En condominios de la ciudad de Toluca hay un “micro-huachicoleo” de agua: vecinos roban el líquido de tinacos de vecinos para llenar los suyos, una compra intensiva de tinacos y cisternas como si la solución fuera almacenar antes de pensar que no habrá agua.
Las presas, por lo menos la de Valle de Bravo y Villa Victoria, tienen panoramas desolados: el agua se ha alejado de la orilla, grietas en la tierra apenas coquetean con lugares donde el lodo sustituyo el cuerpo líquido, basura y drenajes emergiendo.
En la Ciudad de México, grupos del crimen organizado, en asociación con lugareños, controlan varios pozos de agua en las alcaldías de Tlalpan e Iztapalapa. El Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) tuvo que llamar a la Secretaría de Seguridad Ciudadana y a la Guardia Nacional, entrar de noche a los sitios y cerrar las tomas.
Las guerras del agua no comenzarán con una declaración de ellas, sino con gritos secos, sin colectivos, solo individualismo… y es que aquellos lugares que no usan el Cutzamala tienen agua normal, la conciencia de ahorro jamás es ajena.
Hasta el momento, las autoridades de los tres niveles de gobierno no han declarado una emergencia por el agua: no hay una campaña de ahorro, nadie sabe a ciencia exacta cómo se raciona el suministro y solo se sabe que “no hay agua” u “hoy cayó”.
El Gobierno Federal tocó el tema este miércoles: el Presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que perforarán pozos en la zona del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) y buscarán traer agua de Hidalgo a través de un acuerdo… o empezar a poblar el sureste de México donde sí hay.
En pocas palabras, ni el Gobierno Federal ni el del Estado de México ni la Ciudad de México darán solución puntual al problema que tiene su meta clara: 2 mil 760 horas… en caso de que no llueva.
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