A Andrés Manuel López Obrador no le gusta lo que ve en el espejo: el experto en campañas desde hace 18 años… impulsó a la oposición, el dueño de la narrativa desde hace años… la perdió. La ironía, rebasaron su carro completo por la izquierda y en bicicleta.
Desde hace nueve días, hoy quizá sea el décimo, Andrés repite el nombre de Xóchitl Gálvez como un rezo basado en insultos y violencia para que se aleje de las preferencias. En su novenario no hay misterios: al cerrar la puerta de palacio, abrió la de las preferencias y visibilidad.
El Presidente de México, experto en campañas electorales, sabe que cometió un error y lo sabe: desde su púlpito matutino, en el que decide quienes son sus apóstoles personales, impulsó a una persona del bloque opositor. Se le fue de las manos.
¿Quién ha sido el peor enemigo de López? El propio López. Andrés presidente no es el mismo que Andrés candidato, este último detestaría a un mandatario mexicano como en el que se convirtió el tabasqueño. Le ha costado ya casi cinco años desmentirse a sí mismo.
Con Xóchitl intentó algo común en él: sembrar una mentira que su coro de fanáticos repetiría hasta volverlo salmo: que la hidalguense había dicho que quería desaparecer los programas sociales. Una falsedad estéril e improductiva del tabasqueño… que le está costando muy caro.
La verdad es que, en el foro “Retos en la Política Pública para impulsar el Desarrollo Sostenible en México” celebrado en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, la senadora consideró que los programas son insuficientes si no van acompañados de educación y empleo.
En ese momento, Gálvez era la favorita en las encuestas para gobernar la Ciudad de México y solicitó un derecho de réplica en la conferencia matutina que, por supuesto, le fue negado por López Obrador a menos de que existiera una orden judicial… que llegó a los pocos meses.
Y Andrés detonó todo: el 12 de junio cerró las puertas de Palacio Nacional a pesar del amparo que la senadora tenía… y abrió las preferencias por quien solo buscaba gobernar la CDMX. En menos de 15 días, ante la euforia, Xóchitl anunció que buscaría ser Presidenta de México.
Y ocurrió lo impensable: el “fenómeno Xóchitl” le dio respiración a la oposición que ha preferido vagar por los laberintos de la pereza para ganar las elecciones del 2024, el carisma de la senadora también evidenció la poca empatía que despiertan las “corcholatas”. El acarreo no obliga a la simpatía.
Andrés se dio cuenta de todo, prueba de ello fueron los ataques en redes sociales a Gálvez. La ira del sumo sacerdote de la autodenominada Cuarta Transformación se volcó en miles de injurias desde el aspecto físico, el lugar de nacimiento de la senadora, sus relaciones profesionales y políticas.
Desde al clasismo de sus críticas se mostraron desnudos… el rey camina así desde hace tiempo. La hidalguense tiene una respuesta para cada exabrupto del mandatario… sabe que quien se enoja pierde y ella parece pensar su respuesta dos veces antes de lanzarla.
El Presidente de México está enojado y solo piensa en la marca X: el sueño de que 30 millones de esas líneas tachen la boleta por su movimiento, por la inicial de su ahora enemiga favorita y porque las campañas de sus “corcholatas”, a pesar del dispendio, son eso: X.