Aprobado el Plan B, que reestructura el Instituto Nacional Electoral (INE), reduce su presupuesto, fulmina plazas de trabajo y cierra oficinas locales, solo queda un último bastión de lucha: la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Para ella hubo flores, un guiño para que sea solo suprema.
Hay optimismo: 121 ciudades en México y varias en el mundo, un zócalo pletórico de ciudadanos acompañados por algunos políticos y no al revés, bajo la consigna de que el INE no se toca pero también un evidente rechazo a la gestión de Andrés Manuel López Obrador.
El Plan B ya está aprobado desde el pasado miércoles 22 de febrero y López Obrador lo debe promulgar… en ese momento lloverán las acciones de inconstitucionalidad ante el peligro que representa a la democracia llevar a cabo un plan que ni siquiera se tomaron la molestia de leer los legisladores de Morena, partido del presidente.
De ahí el simbolismo de las flores a las puertas de la Suprema Corte. Raúl Flores, ex presidente del PRD en la Ciudad de México, la equiparó con la Revolución de los Claveles que en 1974 provocó el fin de la Segunda República Portuguesa que se negaba a convocar a elecciones democráticas.
Una revolución que hundió 40 años de dictadura y que tuvo como hito una marcha de flores en Lisboa, una multitud cargada de claveles. La anécdota es que un soldado recibió uno y lo puso en el cañón de su fusil como símbolo de que las armas no se querían disparar.
Este domingo, Fernando Belaunzarán, político y filósofo mexicano, calificó la concentración masiva, la marea rosa, como la Primavera de México, aduciendo a esos movimientos de liberación política y protesta masiva que surgen como oasis desde la década de los sesentas. Y es que la marcha fue pacífica y respetuosa.
Para la Corte hay flores, como esperanza, como petición de respetar la Constitución, de que los ministros respeten su esencia de juristas y como un halago basado en la confianza de que, en México, todavía puede haber instituciones, las que trascienden a sus protagonistas.
Para el Presidente de México no hay flores… no le importa, el tabasqueño ofrece las espinas.
La conferencia matutina de este lunes fue la apoteosis de los insultos contra lo que él llama adversarios, los que no piensan como él pero, irónicamente, sí piensan más que él. Hay que decirlo: López Obrador tiene conocimientos muy básicos, ignora tanto que no sabe no lo que ignora. Solo ve en blanco y negro.
Para la marcha fue más allá: aprovechó la sentencia de culpabilidad por narcotráfico de Genaro García Luna, para asegura que la marcha apoyaba al ex Secretario de Seguridad Pública de Felipe Calderón.
Hubo una larga lista de insultos a ciudadanos que se manifestaron este domingo: conservadores, potentados, ladrones, mapaches electorales, fraudulentos, corruptos, carteristas, neoliberales, gatopardos, simuladores, reaccionarios. Así habla el Presidente de México en el siglo 21.
Para su berrinche, es como se le llama a su actitud, solo faltaron las lágrimas pues hubo de todo en sus gestos, irritación, enfado, burla y descalificación. Es un ser humano resentido.
“Llenan el Zócalo, bueno sí, pero nosotros para poder lograr el cambio lo llenamos 60 veces. Y no sólo lo llenamos; desbordamos, una de las manifestaciones más grandes que ha habido en la historia del país. Nada más observen lo que va a pasar el 18 de marzo: por eso les diría yo: ánimo, ahí la llevan, y adelante”, se mofó.
El diálogo legal comienza con los ministros, los ciudadanos esperan que sus flores no se marchiten pronto pues López Obrador, en sus monólogos descompuestos, ya lo hizo. Su lugar en la historia, que siempre le preocupa, ya lo ganó: uno de los peores.
¿Su legado? La herida abierta de la polarización y la destrucción de instituciones, la cicatriz tardará mucho en llegar.