– “A estas alturas de mi vida ya no me sorprende nada y sé que debo administrar el tiempo solamente”, lanzó de pronto a la mitad de la charla.

Llevábamos cuatro años sin vernos. Considero que cada día somos personas diferentes, pero nadie se percata de ello por la convivencia diaria; cuando dejamos de ver a los demás, nos reencontramos solo con los recuerdos de lo que fue, a quien tenemos enfrente es alguien completamente diferente y nos limitamos a buscar exhaustivamente en los demás los rasgos que nos unieron, aunque ya no existan.

– “¿Crees?”, fue mi respuesta.

Luego de 30 minutos más de charla, nos despedimos, pero la pregunta se quedó en mi mente por semanas ¿Hasta dónde podemos mantener la capacidad de sorprendernos por lo que nos rodea? Ver con ojos inocentes y vírgenes un mundo que se cansa de espetarnos que ya no hay nada nuevo.

La pregunta rondó en mi mente por mucho tiempo.

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“Purple Rain” llegó a medianoche como una casualidad. A punto de dormir, comenzó a reproducirse en una lista aleatoria… con los ojos entreabiertos asimilé la primera parte de la canción, los tuve que abrir cuando llegué al solo de guitarra de Prince y el épico final. Era una canción triste en extremo… una agonía que se prolonga.

Mi único contacto con el artista había sido la portada de “Graffiti Bridge” de 1990 y su imagen me pareció un poco extraña. Sabía muy poco del autor de la canción de la que habían hecho un cover Bruce Springteen y Eric Clapton.

En 1984, Prince y su banda The Revolution estaban en el apogeo de la fama; el hombre que cambiaría su nombre por un símbolo impronunciable protagonizó su propia película y lanzó el álbum “Purple Rain”.

Originalmente la canción sería interpretada a ritmo country y se haría un dueto con Stevie Nicks de Fleetwood Mac. Ella desechó la oportunidad de trabajar con Prince.

“La escuché y me asusté. Lo llamé y le dije: ‘No puedo hacerlo. Ojalá pudiera. Es demasiado para mí'”, reconoció la cantante años después. Prince comenzó a trabajar en una pieza que tenía 11 minutos de duración.

La canción es una poderosa balada que mezcla rock, pop y gospel. Se escuchó por primera vez el 3 de agosto de 1983 en el First Avenue, un local que le traía suerte al artista. Fue un concierto benéfico y grabada ese mismo día. Con pocos retoques, fue enviada al disco homónimo que sería la banda sonora de la película.

“¿Saben?, estamos haciendo historia”, le decía Prince a su grupo durante la interpretación.

“Cuando hay sangre en el cielo, rojo y azul = púrpura, la lluvia púrpura pertenece al fin del mundo y está con la persona que amas y deja que tu fe / dios te guíe a través de la lluvia púrpura”, explicó Prince sobre el significado de la canción. Nunca dijo más.

Irónicamente la canción también es un epitafio: es la última canción que interpretó en público Prince antes de morir. Lo hizo el 14 de abril de 2016 en el Superbowl. Murió una semana después.

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¿Es posible seguirnos sorprendiendo? Sí… sencillamente porque la magia siempre existe. Siempre hay una línea que espera ser leída, una nota que espera ser escuchada o bien una caricia por sentirse.

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