El conductor lleva en el asiento delantero derecho una pequeña bolsa con azitromicina, ivermectina, daxón y aspirinas. Los medicamentos no son para él sino para uno de sus amigos quien ha sido diagnósticado con covid-19 junto con sus padres y su hermana.

El encuentro es en la noche del 23 de diciembre: el conductor baja del auto y deja la bolsa en la banqueta, sube a su auto y llama a su amigo, quien sale con cubrebocas, careta transparente y un spray desinfectante. La llamada telefónica no es parca, pero es extraña ante la distancia a la que obliga la enfermedad. El virus ofrece el poder de la nostalgia.

El 24 de diciembre, una mujer cenó con su esposo e hijos. La cena fue pierna de cerdo, pavo y ensalada de manzana, también bebieron vino tinto. Llevan desde abril cumpliendo la cuarentena y salen solamente cuando es estrictamente necesario y se hacen acompañar de geles, toallas con cloro y alcohol líquido.

La mujer no quiere volver a tener ese sentimiento de soledad que le dejó celebrar la Navidad con su familia nuclear. Planea para la noche de este 31 de diciembre, recibir el 2021 con un grupo de 20 a 25 familiares. Confía en su palabra de que todos se han cuidado y asegura “Será una reunión pequeña, ni modo de no reunirnos todos este año y vernos un poquito” . El virus también seduce desde la voluntad de la ignorancia.

Dedicada a las estrategias de mercadotecnia digital, una tercera persona lleva una estadística personal: en plena cena de Nochebuena, contó cinco moños negros en su muro de Facebook, son muertos por el coronavirus.

Entre cada moño negro, comenta en su red social, hay historias y fotografías de reuniones de más de cinco personas en las que el cubrebocas y el alejamiento físico rara vez son invitados. Presagia más contagios. El 25 de diciembre cuenta cuatro moños y este 30 de diciembre lleva tres.

2020 será conocido como el Año del Coronavirus… enfermedad que tomará su segundo año en 2021.

Hay héroes reconocidos: desde los científicos que crearon una vacuna en tiempo récord, pasando por los cuerpos médicos que se encuentran en la línea de fuego de los hospitales, algunos presa de estrés laboral crónico con agotamiento emocional que puede ocasionar merma en su labor.

Hay héroes anónimos entre nosotros por su obrar, cubrebocas desde el alejamiento físico, su pensar, creer en una enfermedad que existe pero no se palpa hasta evolucionar en cada cuerpo, y sentir, por ellos y los demás; lo son.

El covid-19 enfrentó al ser humano a lo más dificil en este mundo: verse al espejo.

Porque, alejados de los héroes, se encuentran esas caricaturas humanas que desde púlpitos públicos no supieron manejar la pandemia y, aquellos que, desde su cotidianidad en las calles, se mantienen carentes de personalidad y desdeñan la enfermedad hasta que afectan su conveniencia en el rebaño social.

Para muestra un botón: José Rogel Romero, director del Centro Médico “Adolfo López Mateos”, es investigado, aunque ya dejó el cargo, por vacunar primero a su familia antes que inmunizar a personal de la primera línea de atención. Es posible reiterar: hay caricaturas humanas, alejadas de la ética y la moral.

Por estos últimos, 2021 será un año que mira a los ojos a 2020 y se refleja en una oscuridad cuya única luz es una vacuna que avanza lento. Lo han reconocido las autoridades de salud: los días que vienen pueden ser complicados ante un sistema de salud viejo que enfrenta una enfermedad joven. No hay regreso a la normalidad que sea decretada por el ciclo de un calendario, las enseñanzas del covid-19 se cuentan menos que la inepcia por la falta de conocimiento.

La matemática que nos deja el covid-19 es perfecta: sumas de contagios, restas de vidas humanas que la costumbre, la tradición y la cotidianidad no comprenden. El covid-19 multiplica mientras resta… nuestra ignorancia solo suma y divide.

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