A los 13 años, mi madre solía regañarme las tardes del viernes. ¿El motivo? El dinero que se me entregaba diariamente para comprar algo en “la tienda” escolar era ahorrado para que a las 15:00 horas de ese día saliera a “Discolandia” y me lo gastaraen casetes o discos de vinil.

El enojo de mi madre era porque no tenía mi almuerzo entre clases y prefería adquirir algún producto musical de The Beatles y especialmente de música de los años sesenta. Sinceramente obedecía a medias… al igual que mi padre.

Mi progenitor comenzó a ser mi cómplice en una argucia que se escondía en otro regaño. “Creo que debes limpiar tu habitación, tienes muchas cosas regadas”, era la frase clave para ir a buscar un casete nuevo debajo de mi cama que mi papá había adquirido para mi y me mantenía “el vicio”.

Calculo que, de esa forma, me hice de unos 10 casetes. Luego nos volvimos cínicos: yo seguía comprando música y él me seguía regalando a la vista de todos. Para mi madre, en ese aspecto, ya era un caso perdido.

Así que en menos de tres años me hice de una larga colección de canciones que iban desde los años cuarenta hasta mediados de los setenta. El guiño de mi padre no era gratis: era música que a él le gustaba también, así que todos ganábamos.

Una de las canciones favoritas de ambos era “Hernando´s Hideaway” en la versión del arreglista y director de orquesta estadounidense Archie Bleyer… cuya letra es por demás evocadora.

La canción fue escrita por Jerry Ross y Richard Adley y publicada en 1954 para un musical que versaba sobre disputas laborales llamado “The Pajama Game”.

Las primeras veces fue interpretada por Carol Haney en versiones teatrales y cinematográficas. Años posteriores a su lanzamiento fue grabada por Archie Bleyer, Johnnie Ray y The Johnston Brothers. Con todos encontró el éxito. Hay al menos 33 versiones.

La letra es por demás peculiar: trata sobre un club nocturno ficticio al que solo se llega por invitación y una contraseña. Los amantes pueden encontrarse ahí en una cita secreta. Se sabe que “Hernando´s Hideaway” se basó en The Hilltop, un establecimiento clandestino de los años veinte en Illinois donde, una vez, Al Capone se escondió de la policía.

“Conozco un lugar oscuro y apartado, un lugar donde nadie conoce tu cara, una copa de vino, un abrazo rápido. Se llama El escondite de Hernando. Todo lo que verás son siluetas y todo lo que oirás son castañuelas. Y a nadie le importa lo tarde que se hace”, dice la letra.

Todo es más que un bar: es vino, abrazos y solo siluetas. ¿La contraseña? “Fuimos enviados por Joe”. Cuando se pronuncia es el momento para escuchar las voces, las castañuelas, violines y un tango que oscila entre la oscuridad y los murmullos.

Mi padre y yo escuchamos “Hernando´s Hideaway” hace algunos días en un viaje exprés. En el tamborileo de mis dedos al volante para seguir el ritmo y el movimiento de labios de él, me percate de algo: la complicidad sigue intacta, una linda fábula cuya moraleja crece.

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