Alfredo Adame, actor menor de televisión y actual candidato a diputado federal por el distrito 14 de la Ciudad de México, representa, con escasas excepciones, al político/candidato oportunista que  negocia dinero ajeno: el ejecutor del verbo chingar.

 Adame, quien es candidato del Partido Redes Sociales Progresistas, fue exhibido este lunes en un audio en el que asegura que recibirá 40 millones de pesos para que compita por tener una curul en el Congreso de la Unión. De ese dinero, del que no especifica el origen, se puede “chingar” 25 millones.

“Están muy seguros que la voy a ganar y me los puedo chingar. Les gané la Alcaldía la vez pasada, nada más que me la robaron. Ahora te voy a decir cuál es el pedo: los dueños de este partido (RSP) son Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Elba Esther. Marcelo es el próximo Presidente, ¿por qué crees que me fui con ellos? Yo ya sé toda la historia.

“¿Por qué crees que necesito caballos de batalla ganadores? Nos dan 40 millones de pesos, de esos 40 millones, nos chingamos 25 y esos son los negocios. ¿Por qué? (Morena) No va a llegar a la mayoría en la Cámara, entonces necesitan agarrar cabrón de RSP para que meta lo más posible; la diferencia serán 11 diputados, entonces de RSP van a sacar esos diputados para sacar esa diferencia de 256 en la Cámara”, explica en el audio.

Según el escritor y poeta, Octavio Paz en “El Laberinto de la Soledad” la palabra “chingar” es mágica por sus matices, por sus entonaciones, por sus significados y sentimientos. En cada uno de sus significaciones tiene la idea de agresión, denota violencia, buscar hacer algo a la fuerza y lleva una carga de acto desmesurado y contra las reglas.

El antónimo del que chinga es, por lógica, el chingado, el pasivo, quien está inerme ante el otro.  El poeta asegura que la relación entre ambos siempre depende del poder cínico del primero y la impotencia de la otra parte.

“Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles (…) Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados”, escribió.

Adame nos ofrece una muestra de parte de la realidad mexicana en unos segundos: hay que “chingarse” un dinero para impulsar el proyecto de partidos satélite de Morena, Redes Sociales Progresistas, Fuerza por México y el Partido Encuentro Solidario; para impulsar el proyecto de la autodenominada Cuarta Transformación.

No es un secreto a voces que los partidos son el séquito de Morena le dieron más diputaciones plurinominales de las que le correspondían en la Cámara de Diputados a la que quiere pertenecer el actor de  televisión, quien aseguró que su audio fue editado y sacado de contexto.

Tampoco es necesario pecar de inocentes al pensar que la 4T conjunta a la únicas fuerzas políticas que usan el verbo “chingar” en su expresión máxima: el resto de los partidos tienen candidatos que  exponen sus mejores rostros (hasta dejar de parecer ellos en el sarcasmo supremo), intenciones, planes y proyectos  que les permitan resguardarse en el hogar del presupuesto público… y hacer negocios. El verbo “chingar” de una universalidad tal que también lo pueden utilizar los demás sectores de la sociedad.

“No somos los únicos y es algo que se viene haciendo desde hace mucho, la política en México es así: se juegan posiciones políticas, se hace dinero desde las candidaturas. Es un círculo virtuoso para quien entre, hay dinero mientras estés dentro. No hay que asustarnos, así es esto”, dice un asesor legislativo quien trabaja en el Congreso Federal y hace campaña al mismo tiempo.

Es una ironía que, en el escenario de la política actual, sea un actor figurante quien ayude a levantar el telón antes de tiempo para observar lo que hay tras bambalinas y veamos que la obra, desafortunadamente para todos, es muy mala y que el espectáculo no vale la pena por lo que se paga por él. Vaya, hasta el Presidente de México tiene un rancho llamado “La Chingada”.

“Cuando decimos `vete a la Chingada’,  enviamos a nuestro interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al país de las cosas rotas, gastadas. País gris, que no está en ninguna parte, inmenso y vacío (…) (La Chingada) Es una palabra hueca. No quiere decir nada. Es la Nada”, augura Octavio Paz.

Ante el dinero ajeno, los ridículos oportunistas. El cinismo y la impotencia.

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