La belleza humana, de nuestros cuerpos y rostros, es fascinante y en nuestros tiempos digitales ha experimentado una transformación significativa: nuestras herramientas tecnológicas nos permiten crearla, compartirla y apreciarla de maneras únicas y virales.

El objetivo ha sido uno solo: preservarla. No importa la dinámica que usemos, ante su fugacidad, debemos preservarla a toda costa.

Hay algo de lúgubre en esto, pues ambicionamos detener el tiempo que inexorablemente pasa por nuestra piel, evoluciona debajo de ella y repta hacia nuestros órganos más profundos y los encamina al único final.

El tema, por supuesto, no es nuevo: en 1960 surgió “Les yeux sans visage” (Los ojos sin rostro) una adaptación cinematográfica de la novela de Jean Redon. Fue dirigida por Georges Franju e interpretada por Pierre Brasseur y Alida Valli.

La película trata sobre un talentoso cirujano plástico que se ve involucrado en un accidente automovilístico casi fatal que desfigura horriblemente el rostro de su amada hija. Junto con su asistente, secuestra a mujeres jóvenes para poder extirpar quirúrgicamente sus rasgos faciales e injertar su belleza en la del grotesco semblante de su hija.

No es una película de terror… es una lamentación desquiciada sobre la pérdida de la belleza: la arrogancia, la vanidad y, lo que finalmente nos damos cuenta, la culpa del padre que ahora trata a su hija como una especie de muñeca de porcelana con partes intercambiables.

Aunque supuestamente la ama tanto, lo que hace en realidad es deshumanizarla en aras de su redención personal. Mientras que la hija se ha convertido en unos ojos sin rostro (lleva una máscara y la única parte visible de su rostro son sus ojos), el doctor se ha convertido en un rostro sin ojos. Se ha cegado a sí mismo.

La película, a su vez, dio pie a “Eyes Without a Face”, uno de los sencillos más exitosos de Billy Idol contenido en el álbum Rebel Yell de 1983 que utiliza de base un romance moderno para mostrar, con las mismas metáforas, la ausencia de humanidad y lo frío e insensible que se ha vuelto el mundo moderno.

La canción destaca por las voces femeninas de la canción cantan “les yeux sans visage”, que en francés significa “ojos sin rostro”.  El vídeo fue dirigido por David Mallet, quien también hizo el clip “White Wedding” de Idol.

Hay una anécdota irónica sobre la canción y el cantante británico: sus lentes de contacto se secaron durante el rodaje y cuando se quedó dormido en un vuelo hacia su próximo concierto en Arizona, se fusionaron con sus ojos.

Tuvo que rasparle las córneas en un hospital y usar vendas en los ojos durante tres días. Se convirtió en un “rostro sin ojos”.

La belleza se convierte en la tormenta perfecta a cada segundo que se pierde.

Hoy, ante el bombardeo de imágenes cuidadosamente editadas, filtros y retoques que presentan una realidad alterada, han creado una cultura de la belleza artificial, esa que no acepta lo que la realidad es.

La belleza física también es lúgubre, pues encierra su final.

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