Se conocen como figurantes. En el mundo del espectáculo son aquellos actores que tienen un papel poco importante en relación con los protagonistas.

La balada es esa forma de expresar el canto de quienes acompañan al rey o a noble. Donald Trump, Presidente de Estados Unidos, sabe quiénes han fungido como comparsas, como también se les conoce a los figurantes: sus homónimos, en diferentes tiempos, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.

Para Trump, ambos Presidentes de México tienen, y tuvieron, una misión en su juego político. Sin embargo, López Obrador lleva una carga extra a su antecesor. Es imposible compararlos.

El 31 de agosto de 2016, el entonces candidato a la Presidencia de Estados Unidos visitó México. La idea de reunir a Peña y Trump fue de Luis Videgaray, entonces Secretario de Hacienda. La reunión fue un desastre: el mexiquense dio otro golpe a su popularidad y los beneficios de la reunión nunca quedaron claros. Peña reconoció que la decisión había sido apresurada. Reconoció tarde su papel de figurante ante el vecino del norte.

“Vamos a cambiar la política bilateral con Estados Unidos, no va a ser de subordinación, no vamos a ser, nosotros, colonia de ningún país extranjero (…) No estoy de acuerdo en que se invite a Trump a México”, dijo ese día en un acto político López Obrador.

El morenista llevaría más lejos su postura sobre Trump: en enero de 2017 lo calificó de “vulgar amenaza”, el 15 de marzo lo denunció ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y pediría medidas cautelares contra el estadounidense, y el 14 de junio, López Obrador presentó el libro “Oye, Trump”, en el que comparó a Trump y a sus asesores con “Hitler y nazis”, por su trato a los migrantes mexicanos.

El discurso de López Obrador cambió cuando tomó la Presidencia de México, de candidato principal a mandatario figurante: Trump siguió con su discurso de odio e incluso amenazó con subir aranceles a México, lo que le valió que el Presidente dispusiera la Guardia Nacional para frenar la migración al sur del país. Un muro de uniformados pagado por los mexicanos.

El 23 de junio pasado Trump siguió con su balada: en plena frontera para inspeccionar el muro norte, adelantó que López Obrador estaría en la Casa Blanca pronto. La agenda del Gobierno de México se adecuó a la cita que se leyó más como una orden. Este lunes, a dos días de la llegada del mexicano, volvió a presumir su muro norte.

López Obrador viaja con el pretexto del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que inició este 1 de julio. Su viaje será en aerolínea comercial con empresarios, a quienes calificó anteriormente como la mafia del poder. Christopher Landau, Embajador de Estados Unidos en México, recomendó al mexicano llevar guaybera por el calor:  la sugerencia de vestuario del figurante. Justin Trudeau, Primer Ministro de Canadá, no asiste.

Trump y López Obrador tienen semejanzas como personas: son gobernantes que buscan concentrar el poder en la Presidencia que detentan, ambos desestiman a las instituciones y a las leyes, critican con motes a la oposición y a la prensa con frases como “tengo otros datos” o “fake news”; el discurso de ambos es maniqueísta, estar con ellos o en contra, pues solo ellos harán de sus países los mejores. Su popularidad cae en ambos casos.

La diferencia está en los beneficios y la reunión: en 2016, un candidato visitó a un Presidente de México; en 2020, un Presidente de México visita a un candidato de facto vestido de mandatario. En 2016, el personaje Enrique Peña asumió el costo pues Trump no tenía ingerencia electoral en México; hoy, el Gobierno de México, representado por López Obrador, puede asumir el precio que imponga Trump. El presidente estadounidense es volátil: no respeta las reglas del juego, él las crea al momento.

El juego ya lleva ventaja: Trump gana como gobernante y candidato, e hizo que López Obrador saliera por primera vez del país. El Presidente de México dio preferencia a Trump sobre reuniones como el G-20, el Foro Económico Internacional de Davos y reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas; rompió una tradición de 107 años de que los mandatarios de ambas naciones se reunían antes de finalizar su primer año de gobierno.

El figurante López Obrador, con la visita, se acerca a su némesis política en México: Carlos Salinas de Gortari, quien en 1992 viajó dos veces a Estados Unidos, a un partido de beisbol y a la firma de un tratado de libre comercio, a invitación de George Bush padre, en pleno proceso electoral.

Donald Trump es inestable, López Obrador solo es pequeño.

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