Si Alfredo del Mazo, Gobernador del Estado del México, no es un traidor al entregar su entidad a Morena en las elecciones próximas, está trabajando a marchas forzadas para que sea visto así y ser recordado como el último priista en la entidad.

A pesar de sus intentos de que su gobierno sea vestido de Salario Rosa, un programa que no es otra cosa que una dádiva vestida de ayuda a fondo perdido, en realidad su administración tiene una amplio espectro de gris. El legado de 6 años es no haber trascendido.

Se ha mencionado aquí que el sexenio de Del Mazo terminó cuando tomó protesta: su lema de campaña “Fuerte y Con Todo” no se tradujo en soluciones para el Estado de México. Su promesa de “Ser el estado más seguro de México”, simplemente extrae una sonrisa amarga a quien lo lea.

Existen dos versiones de Alfredo del Mazo: la primera es de un blindaje absoluto, no es posible acercarse a su persona a menos de que él lo autorice, su tradicional equipo de prensa fue sustituido por un pequeño staff que impide la cercanía, no ofrece entrevistas a medios de comunicación que no sean pagadas y simplemente nunca ha conectado con la gente. Se sabe que es un obsesionado con la limpieza y energías.

La otra versión es la que se aleja de su linaje priista, su padre y abuelo fueron gobernadores del Estado de México, y la política que de ella emana. Lejos del “colmillo político”, el mandatario mexiquense ha preferido ser patiño del actual Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

No es una relación de respeto, es una relación de alabanza y hasta de complicidad y sumisión: ante un obligado silencio por la desastrosa administración de la autodenominada Cuarta Transformación, el mexiquense ha optado por aplaudir cuanta ocurrencia salga del tabasqueño y asistir a más eventos de Presidencia que de su partido.

”Es un gobernante integro, recto, respetuoso, muy distinto a otros majaderos, malhablados, deslenguados que ustedes se imaginarán. Pero esos ya no pasarán”, lo acarició López Obrador en noviembre pasado. Amor con amor se paga.

Una versión se ha contado, a principios del sexenio fue llamado a Casa del Estado de México de Explanada en Ciudad de México y se le entregó una carpeta con tres temas: Estafa Maestra, en la que estuvo involucrado, Andorra, donde se descubrieron cuentas de banco, y un problema familiar relacionado con su esposa. El acuerdo fue que apoyaría al gobierno emanado de Morena y encarnado en López Obrador.

No hay otra forma de entender su presencia en un supuesto tren que iba al AIFA y que nunca existió… o su presencia en el Lago de Texcoco y ver como el Presidente de México enumeraba la corrupción, que no ha podido demostrar, del Nuevo Aeropuerto Internacional en Texcoco. Ad infinitum.

Todo ello ya cobró factura; empleados de gobierno están temerosos por la llegada de Delfina Gómez, saben lo que representa: una peona de López Obrador y la oportunidad para que Higinio Martínez y Horacio Duarte cogobiernen el Estado de México. Es una candidata pésima, por su nivel básico de conocimientos y sus irregularidades administrativas en Texcoco y la SEP… pero tiene equipo.

Alejandra del Moral es el reverso de la moneda; ha sido servidora pública y entiende más cosas que Delfina del mundo y la administración… pero no tiene equipo. Durante seis años no se activó al 100 por ciento el Programa de Regionalización, que era fundamental para la estructura del voto, su campaña “valiente” es una farsa y Del Mazo no le interesa apoyarla… o por lo menos así se observa desde afuera.

Enclaustrado en su mutismo, Del Mazo no da señales de querer trabajar para que el último bastión priista se conserve. Perder el Estado de México es fulminar al PRI, que la entidad se vuelva el paraíso del cash y que Morena se mantenga en el poder en las elecciones presidenciales del 2024.

De ese tamaño es la carga… Non è vero, governatore Del Mazo?

Comentarios

Comentarios