Para 48 medios internacionales un hecho superó el asesinato de Ingrid Escamilla Vargas: el que las fotos se publicaran en las primeras planas de los periódicos “La Prensa” y “Pásala”, este último con el encabezado “La Culpa la Tuvo Cupido”.

Para los medios de Estados Unidos, Inglaterra, Catar, Ecuador, Francia, El Salvador, Argentina, Chile, Brasil y España fue importante destacar cómo el feminicidio de una joven de 25 años era expuesto a los ojos de la población sin censura alguna y, el colmo, tomado a broma por algunos de sus homólogos.

Ninguno de esos medios internacionales, entre los que se encuentran CNN, NBC, BBC, Al Jazeera, entre otros, a los que se sumaron 47 medios de México, reprodujo las imágenes filtradas. Tampoco ofreció tantos detalles del hecho que ocurrió en Ciudad de México el pasado 9 de febrero.

Mientras las fotos siguen en la red, la identidad de su asesino y esposo se resguarda, se le cubre el rostro y se omiten sus apellidos completos, pues el Nuevo Sistema Penal Acusatorio establece que se debe defender el derecho de presunción de inocencia de todo individuo.

Saber quiénes filtraron la información es sencillo: alguno de los seis policías que llegaron al lugar y que, a una semana, la Fiscalía General de Justicia de Ciudad de México sigue “investigando”. Se ha dicho incluso que las fotos fueron vendidas.

¿Por qué publicar algo así? Por buscar el impacto inmediato sin medir el resultado: minimizar el problema en una burla soez, normalizar la violencia hacia las mujeres en una escalada cada vez más violenta y grotesca, y, lo más grave, fomentar la actitud de bufones ante cualquier suceso. La muerte vista como un espectáculo.

El sentido del humor se agota cuando la ética lo ordena.

El 2019 fue el año con más feminicidios en la historia de México: 976. Un total de 2 mil 819 mujeres fueron víctimas de un homicidio doloso. En otras palabras, 3 mil 795 mujeres muertas, 10 cada día. No hay nada entretenido en esas cifras. Apenas el fin de semana fue encontrado en Ciudad de México, con signos de tortura, el cuerpo de Fátima, una niña de siete años.

Hay público consumidor para los medios sensacionalistas, el negocio se vuelve virtuoso en los ojos que los leen; sin embargo, el impacto fácil está en las calles: cualquier persona, de cualquier edad, puede observar las imágenes. Las fotos de Ingrid fueron algunas de las que diario aparecen en portadas con titulares que invitan inconcientemente a la complicidad de quien las generó.

Los logros de la libertad de prensa, entendida como el derecho que tienen los medios de investigar e informar o coacciones, se estrella contra lo atractivo que resulta lo desagradable y el morbo sugerente por hacer mofa de todo. La libertad de prensa corre el riesgo de mirarse desde los vacíos personales.

El periodismo informa, interpreta y fomenta la opinión… pero también camina por delgadas líneas de las libertades humanas y límites morales. La libertad de palabra no puede ser esclava de la expresión irresponsable.

Ingrid puso un ingrediente extra al “Ni una más”: A la exigencia, en todas sus vertientes pacíficas y violentas, para que las autoridades hagan su trabajo (pues parece molestarles el tema y simplificarlo en un decálogo con sabor a nada), se suma la petición de que el periodismo haga su parte.

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